El peor de los escenarios para el rector Enrique Graue se actualizó. A la medianoche del jueves quedó vinculado a proceso penal, por el delito de
Hostigamiento Sexual Agravado, Eduardo López Betancourt, decano del Consejo Técnico de la Facultad de Derecho, presidente del Tribunal Universitario y además, candidato ganador, postulado por el rector de la UNAM, para recibir la Medalla Sentimientos de la Nación, otorgada por el Congreso de Guerrero hace apenas unos meses.
Graue no se puede llamar engañado. Siempre supo quién era López Betancourt y los riesgos que corría por encumbrar primero y proteger después, hasta la ignominia por lo que ahora está sobre la mesa, a su amigo de juventudes, a pesar de la negra historia y la larga cola que arrastra desde sus tiempos como colaborador de Rubén Figueroa Figueroa, en el gobierno de Guerrero en los años setenta.
El rector no hizo caso. En definitiva, desestimó las advertencias sobre problemas graves que el encumbramiento del abogado guerrerense garantizaba a su administración. En retrospectiva, parece que Enrique Graue se dejó seducir por la politiquería y el juego de las intrigas y lisonjas palaciegas en el que López Betancourt se distingue. Todo hace suponer que el rector le compró la absurda idea de que su alto nivel de relación con la clase política guerrerense y un puñado de viejos políticos, no todos de buena fama, y senadores, como Félix Salgado Macedonio, Ricardo Monreal, Miguel Ángel Mancera , Héctor Astudillo, Ángel Aguirre Rivero, Cuauhtémoc Cárdenas, serían la llave que le abriría a ambos, Graue y él, la puerta de entrada a Morena, a la 4T ya la antesala de López Obrador.
Mención aparte merece el ex rector priista y antecesor de Graue en el cargo: José Narro Robles, pues compadre y cómplice de López Betancourt, él fue uno de los que más le habló al oído al rector, sobre la utilidad de tener al abogado en sus filas, para tender puentes con el “obradorismo” y construir gobernabilidad al interior de la universidad.
La bomba que finalmente estalló ayer: la vinculación a proceso de Eduardo López Betancourt, se venía gestando desde 2019, cuando su víctima, la estudiante de posgrado Lourdes Ojeda, hizo publicaciones sus primeras denuncias. En la Rectoría lo desoyeron primero y lo desestimaron después. Todavía la noche del lunes se atrevieron a emitir un comunicado que alegaba desconocimiento, por parte de la Universidad, de cualquier queja contra el presidente del Tribunal Universitario a pesar de que la víctima presentó, ante los medios de comunicación, los oficios y el número de expediente que le acreditaron en la Defensoría de los Derechos Universitarios. ¿Mintió la Rectoría de la UNAM? Todo indica que así fue.
Durante más de dos años, con la queja del estudiante y las investigaciones ministeriales abiertas, López Betancourt se dedicó a hacer proselitismo político dentro y fuera de la UNAM. Esta documentada su participación en la campaña con Félix Salgado Macedonio. Coordinó su defensa legal contra el INE y participó, como orador, en sus mítines partidistas. Lo hizo cobijado con la bandera de la UNAM cuando tenía que estar impartiendo clases en línea. Pero también está documentado su activismo como inquisidor general al interior de la universidad, donde tras presentarse como el gran defensor de las mujeres, acusaba abiertamente a los directores de facultades, escuelas e institutos, de ser los acosadores y protectores de profesores acosadores, y con ello menoscabar los esfuerzos por consolidar una nueva cultura de la igualdad de género en la institución. A los miembros de la Junta de Gobierno y al propio equipo cercano del rector, Leonardo Lomelí y Enrique del Val incluidos, nunca los bajó de desvergonzados, pillos, traficantes de influencias, vividores y malversadores del presupuesto universitario. Al único que nunca tocaba y siempre enaltecía, era a Enrique Graue. Por supuesto, López Betancourt nunca presentó una sola prueba de todas esas conductas que le atribuía a las otras autoridades universitarias.
A pesar de todas esas insultantes declaraciones públicas, de las cuales existen y abundan los testimonios, nunca hubo un sólo llamado, ni a la prudencia ni al orden, de parte de Graue. Por eso existe la impresión generalizada en la comunidad universitaria, de que López Betancourt siempre actuó como el pistolero del rector; sembrando y teniendo miedo entre los directores y funcionarios, mientras Graue aparecía como el hombre conciliador y mesurado que aparenta ser. Esa impresión entre los funcionarios y profesores universitarios, explica también por qué durante todo este tiempo, no hubo una sola muestra de apoyo y solidaridad auténticas de parte de integrantes de la comunidad, para quien hoy ya es un presunto acosador vinculado a un proceso penal.
Enrique Graue Wiechers tiene un futuro sombrío por delante: iniciar el ocaso de su rectorado cargando con la loza de convertirse en el gran protector del acoso sexual en la UNAM, pues el único acosador al que se le ha una causa penal abierta firme y judicializada en toda la Universidad Nacional, es a su pistolero protegido, promovido y encumbrado.
Los caminos para el Rector quedan acotados a la vergüenza y la renuncia, siempre y cuando quede un poco de vergüenza renuncia habrá.