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Con tres medallas olímpicas consecutivas, la taekwondista María del Rosario Espinoza reflexiona sobre si continuar e iniciar un nuevo ciclo olímpico para aspirar, en Tokio 2020, a igualar la gesta del clavadista Joaquín Capilla Pérez, mayor medallista olímpico de la historia de México.


"Aún no lo sé si voy a continuar. No es algo que esté decidiendo. Voy a pensar si sigo o no. El cuerpo y la mente se cansan, si quiero y lo deseo lo haré. Si no, no", explicó la atleta, a menos de 24 horas de que ganó una medalla de plata en Río 2016.
Con un oro en Beijing 2008, un bronce en Londres 2012 y la plata en Río, tras caer contra la china Zheng Shuyin, Espinoza ya es la mayor atleta femenina olímpica de México, pero con 28 años tiene la posibilidad de aspirar a situarse al nivel de Joaquín Capilla.
El clavadista mexicano, fallecido en 2010, obtuvo cuatro preseas en su carrera olímpica: bronce en Londres 1948, plata en Helsinki 1952 y doble medalla en Melbourne 1956 (oro en clavados en plataforma y bronce en trampolín).
Resfriada, Espinoza se dice satisfecha de lo logrado, a pesar del esfuerzo y los sacrificios que conlleva ser un atleta de élite.
"En esta final, como en 2008, fue más disfrutarla y pensar en el destino que me iba a brindar en ese momento. Si era oro o plata lo iba a tomar de la mejor manera. En 2012 fue diferente, porque no era tanto disfrutar la semifinal, sino tener una medalla de bronce o nada", explicó.
Como casi todos los deportistas olímpicos, Espinoza iniciará ahora unas vacaciones, tras concluir un ciclo de entrenamiento muy desgastante para el cuerpo y la mente.
"Son muchos sacrificios, sobre todo mi familia, porque no estoy cerca de ellos, muy poco, máximo dos veces al año", señaló.
"Pero con el trabajo, el esfuerzo, la dedicación del día a día es donde se construyen las medallas olímpicas. Todos los días traté de ponerle un pedacito de la medalla", apuntó.
Evocó la importancia de su infancia en el pequeño poblado de La Brecha, en Sinaloa, en el que ayudaba a su abuelo en el campo a cultivar maíz y calabazas, así como a su papá a vender los mariscos que pescaba.
"Mi infancia fue un gran aprendizaje y es algo que estoy muy agradecida de haberlo hecho. Ahora lo reflejo como competidora", explicó.