El neolibertinaje y la traición a la libertad

EL ESTADO Y SUS RAZONES
El valor libertad, sus postulados político-filosóficos, han sido utilizados para la construcción de nuevas
estructuras estatales. Históricamente, los ideales libertarios sirvieron de sustento para hacer que el mundo transitara de regímenes absolutistas a repúblicas democráticas y representativas.
De este modo se crean los estados democráticos, cuyo origen es la propia gente, lo que le otorgó finalidades valiosas, como generar seguridad y crear condiciones de bienestar para las personas. La libertad se instituye como base y fundamento para la existencia del Estado y establecen grandes objetivos y finalidades para las instituciones gubernamentales que son básicamente el resguardo y garantía de la libertad de las personas.
En esta lógica, las concepciones de cómo hacer y cumplir sus objetivos y fines se volvió tema de controversia que ha ido transformando, de forma paulatina pero constante, la forma y organización estatal, así como los alcances y participación en la vida social.
En este entramado y tras las desastrosas consecuencias traídas por el imperio-liberalismo voraz de las primeras décadas del siglo XX y el fin de la II Guerra Mundial, surge la concepción del “Estado de Bienestar”, como una forma de reencausar los objetivos y actividades estatales para que, con facultades legales y ejecutivas, pudiera incidir en la vida económica y, con ello subsanar las desigualdades y generar equilibrios para evitar la voracidad del mercado. Sin embargo, esta incidencia estatal fue considerada por los defensores a ultranza de la libertad como invasiva y hasta dictatorial, al tiempo que al llevar a extremos las prácticas de equilibrio por parte de los estados, generó importantes problemas económicos que se arreciaron en la década de los años setentas. Como respuesta surgió un movimiento académico-político-económico conocido como neoliberalismo que propugnó por retomar la convicción libertaria del Estado y constreñir su actuar a la mínima expresión, y expiar su participación en la vida económica de las sociedades.
Tras cuarenta años de políticas neoliberales, hoy la mayoría de las naciones del orbe se cuestiona sobre sus resultados pues, nuevamente, la voracidad de los mercados y, sobre todo, de los grandes intereses económicos globales, han ampliado las desigualdades sociales al tiempo que la pobreza en el orbe ha ido en aumento. El neoliberalismo —que más bien es neolibertinaje— ha traído consigo no solo la depauperación —incluso alimentaria— de millones de personas, sino que también ha generado una gran desilusión y desencanto tanto por la democracia como por el sistema representativo del Estado, abriendo peligrosamente la puerta a autoritarismos que, a modo de redenciones sociales, exacerban enconos y atizan las divisiones y rencores, al tiempo que ofrecen transformaciones mágicas cuya fórmula radica en la concentración del poder del Estado.
Hoy el mundo vive una crisis sumamente peligrosa. El neolibertinaje provocó grandes heridas en los tejidos sociales, que generaron nuevos rencores y se revivieron viejos que aún quedaban latentes de principios del siglo XX. La opción autoritaria, vestida de populismo, se presenta como la única opción para hacerle frente a estos problemas, aún y cuando en ello se trastoque el basamento del estado moderno: la libertad.
@AndresAguileraM