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El océano está colmado de ecos tranquilos, ascendentes y agitados. Un mundo sonoro inabarcable de viento, burbujas, rompeaguas, olas y biodiversidad marina.

El agua es un medio eficaz para la transmisión del sonido; varios animales como los mamíferos marinos, el pez sapo, corvinas y el camarón pistola, usan resonancias para navegar y comunicarse, percibiendo su entorno acústicamente.

Además de la variedad de los sonidos originados por la naturaleza, hay fuentes producidas por los seres humanos, destacando las del transporte marino, explosivos, estudios de sonar y pistolas de agua, que ocasionan una gran cantidad de ruido subacuático.

El ruido oceánico diferente a los sonidos es considerado una forma de contaminación que puede afectar la vida en los océanos y ha aumentado tres decibeles (dB) por decenio en los últimos cien años.

Yolanda Aurora Alaniz Pasini, consultora de la organización Conservación de Mamíferos Marinos de México (Comarino), acumula años trabajando en la normatividad referente al impacto negativo de las acciones antropogénicas en los océanos.

“A nivel internacional, se han buscado medidas que regulen dichas actividades. De acuerdo con la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 2005 fue incluido el problema del ruido oceánico en su reporte como una de las cinco amenazas principales para ballenas y uno de los diez impactos previsibles en el mar”, explicó.