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Estas fueron las palabras de un granjero de Kansas a Donald Trump en días pasados y sucedió a pesar de ser uno de los ciudadanos americanos que lo apoyó en las pasadas elecciones. Así de clara es la realidad que se está viviendo en aquel

país, donde la mitad de la mano de obra en la agricultora es proporcionada por inmigrantes. Pero lo que fue una medida populista de campaña a través de la deportación de migrantes, materializada a través de un par de firmas ejecutivas se está convirtiendo en un problema de orden económico, lo que sería sólo el comienzo de una espiral de problemas.

Pero lo que está detrás de esa frase lapidaria no es un signo de solidaridad con los mexicanos, sino de necesidad, de sometimiento histórico de cómo nos han visto y nos ven al otro lado de la frontera. Me refiero a la clase más olvidada, me refiero a las numerosas familias que han abandonado sus localidades buscando mejores opciones y cuya explicación se encuentra del lado mexicano.

El productor de Kansas por supuesto que necesita más mexicanos, pero en el término peyorativo, no en términos de solidaridad sino de sus propios intereses. Lo que debemos de entender que detrás de una declaración así está algo más que una necesidad laboral, esconde la incapacidad histórica de un gobierno para proveerles a sus ciudadanos las condiciones mínimas para retenerlos en su territorio.

En el pasado irán quedando las crónicas de los migrantes mexicanos para quienes el norte siempre era una opción, se contarán historias a nuestras nuevas generaciones de aquellos tiempos en los que hubo personas que se fueron al “otro lado” y lograron a través del envío de remesas, darle a su familia una mejor condición de vida, desde la construcción de una casa propia hasta cuando por fin podían tener un negocio familiar, atrás quedarán las anécdotas cuando las remesas, semana con semana, eran sinónimo de alivio de manera proporcional la distancia a la que se encontraban de su familia.

Lo que esperamos es que estas historias vayan acompañadas de una lista eficiente de propuestas de quien gobierne, para el campo, para la ciudades, para esas localidades que otrora eran pueblos fantasmas, donde se vuelva realidad que sean los productores nacionales los que digan que son ellos quienes necesitan más mexicanos, porque capacidad existe, recursos de todo tipo también, lo que nos está faltando es aquello que históricamente se ha señalado pero como entendido: capacidad de darle oportunidades a los nuestros, capacidad de componer de una vez por todas eso que Ricardo Raphael llama el elevador social, el cual está descompuesto desde hace años o al que tienen acceso sólo una parte de la sociedad, aquella que estoy cierto que jamás levantaría una pala o azadón en un campo de Kansas para trabajar para un estadounidense.

Eduardo López Farías

Doctor en Administración Pública

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