opinión

Con ingenio puntilloso y derroche de talento político, el equipo del presidente Enrique Peña Nieto ampara su reforma energética con la recuperación del texto original del presidente Lázaro Cárdenas del Río. Sin duda es una extrapolación de las circunstancias de aquel momento histórico a las condiciones de hoy en día.

En aquel entonces, se abrió una ventana de oportunidad para hacer cumplir la Constitución que había promulgado Venustiano Carranza: la cercanía de la Segunda Guerra Mundial, las disputas entre las empresas petroleras inglesas y estadunidenses por los hidrocarburos mexicanos, el declive del poderío británico y el interés de Alemania en México por sus recursos y posición geopolítica, crearon las condiciones para expropiar la industria petrolera. Tal circunstancia diluyó el riesgo de conflicto militar con dichas potencias.

Así que la reforma Constitucional de Cárdenas consideró la coyuntura geopolítica, pero no obvió el señorío angloamericano. Si hubiera cancelado todo tipo de participación a las empresas extranjeras habría desatado un conflicto con Estados Unidos. La diosa de la historia quiso que Washington se involucrara temprano en el conflicto bélico contra Alemania, de modo que, para contrarrestar las acciones políticas de Alemania en México y evitar una eventual alianza estratégica entre ambos países, contemporizó con la reforma y expropiación cardenista. Muy distintas habrían sido las cosas en otra coyuntura. Ésta es la conclusión que puede extraerse de la lectura de La guerra secreta en México, que publicó el historiador austriaco-estadunidense Friedrich Katz en 1982. ¿Algún parecido entre aquella hora y la actual? Ninguno.

Es decir, se explota un evento histórico en aras de un fin diferente. Se mistifican los hechos y se da paso a la ideología, cuyo fin es falsear la realidad y tergiversar los sucesos para inventar una nueva: se usa el texto cardenista descontextualizando el momento en el que ocurrió. No tiene ningún valor ese transvase de circunstancias. Pero sí tiene un gran impacto mediático y político.

Aquí no se trata de analizar qué ha pasado con Pemex y porqué está postrada la empresa y qué debe hacerse, sino ganar la batalla de las ideas políticas y adormecer los sentidos de los mexicanos. El dogmatismo de Estado se trueca por el dogmatismo de libre mercado. Lo que está en juego es muy grande: las reservas petroleras son vastas y las ganancias aún mayores. Por eso lo que importan son la audacia y la astucia. Ergo, que ¡Viva el Mexican Moment!