Varios han señalado que, derivado del escándalo por la presunta copia íntegra de la tesis de licenciatura,

por una famosa y encumbrada mujer, la UNAM enfrenta su momento más delicado en toda a gestión de Enrique Graue Wiechers. La afirmación es correcta y verdadera, pero más importante sería, en este momento, preguntarle a la UNAM y a los universitarios, si todavía hay un Rector al frente de la institución.

La tardanza de las autoridades de la UNAM para salir al paso de la cascada de suposiciones y acusaciones por responsabilidad en los hechos ha resultado desesperante. La lentitud institucional para dar la cara, atajar rumores y construir la percepción de que la universidad tomó cartas en el asunto de inmediato, ha provocado un sentimiento de malestar y enojo, no solo en la sociedad en general, sino la comunidad universitaria en lo particular, contra sus directivos y contra el desaparecido rector Graue especialmente.

El asunto puede volverse todavía más grave al interior de la propia UNAM, pues entre académicos, pero sobre todo entre miles de egresados de la institución, ha ido avanzando la idea de que el desprestigio de la UNAM, derivado de la probable trampa descubierta en el proceso de titulación de la ministra Yasmín Esquivel Mossa, afecta la fama pública de todos los universitarios y, con ella, las posibilidades de muchos de ellos, para acceder a nuevos, y mejores proyectos profesionales.

Ni el rector Enrique Graue, si es que todavía es rector, ni su equipo de colaboradores, parecen comprender que el prestigio y la fama, buena o mala, son cuestiones que derivan de la percepción que se construya en los espacios públicos de discusión, sobre la calidad y confiabilidad de una institución.

Poco o nada importa, para efectos de la percepción y consecuentemente del prestigio, el que se encuentre una salida legal al embrollo en que Esquivel Mossa involucró a la UNAM completa con su trampa académica. De hecho, si esa salida legal deja impune la presunta maniobra de la ministra pasante, la fama pública y el prestigio de la UNAM sufrirán todavía más de lo que ya han sufrido a consecuencia de la lentitud de la Rectoría, de Enrique Graue en concreto, para dar la cara y expresar, por lo menos, indignación por el hecho de que una egresada de la institución robó, mintió y engaño a la universidad en su proceso de titulación.

Actuar desde el inicio del escándalo no significa resolver sobre las rodillas; menos aún hacerlo a instancias del presidente López Obrador o para cumplir con los plazos de la Suprema Corte. La UNAM tiene procesos para llegar a la verdad de este caso y esos no son ni sencillos ni tan rápidos como al presidente López Obrador le gustaría, pero son los tiempos y procedimientos de la universidad y en respetarlos puntual y rigurosamente, estará la defensa de su autonomía, si es que así lo hacen sus autoridades.

Actuar desde que la crisis estalló implicaba dar la cara y expresar preocupación y acción desde el primer momento, en lugar de esconderse en la Torre de Rectoría y apostar a que la celebración de la Navidad o la vigencia del período vacacional evitarían el crecimiento del escándalo, como lo hicieron Graue y su equipo.

Hoy el rector tiene una papa caliente en las manos y ésta ya no se solucionará solamente con una resolución legalista que declare, como lo hizo la Universidad Panamericana en el caso de la tesis del presidente Enrique Peña Nieto, ya que se diga que el de Yasmín Esquivel Mossa es un acto de imposible reparación, o que el delito está prescrito y que la UNAM no tiene facultades para revocar un título.

La exoneración de la ministra por prescripción del delito de plagio, o por alegar falta de atribuciones de la UNAM para revocar el título que la misma casa de estudios expidió, que algunos ya están planteando, le dejará a la universidad toda la carga del desprestigio por el caso de una alumna, y una profesora, que se pudieran haber coludido para librar un requisito de titulación.

Y aún más, incurrir en deshonestidad académica y fraude procesal. Justo porque para ellos no es un asunto solamente de leyes, atribuciones y procedimientos, sino de prestigio institucional y personal, de ética académica y profesional, es que muchos egresados de la UNAM han empezado a exigirle al Rector, en las “Redes Sociales”, actuar con firmeza y no ceder a las presiones del poder para exonerar y dejar en la impunidad este tipo de conductas delesnables.

Mucho de esto se hubiera evitado si el Rector al menos se hubiera manifestado públicamente indignado por el evidente fraude cometido con el plagio de una tesis reciclada. Pero como prefirió jugar el juego del avestruz y esconder la cabeza debajo de la tierra mientras la tempestad arreciaba, hoy cualquier intento de declarar a la UNAM sin facultades para sancionar un título obtenido fraudulentamente, será percibido en la opinión pública como un encubrimiento a Esquivel Mossa, consecuencia de una presión ejercida sobre la UNAM, que su Rector no supo, no pudo o no quiso resistir, aunque al doblarse y acomodarse, dinamitara el prestigio de la principal institución educativa del país.

Por esta vía, Enrique Graue va directo a convertirse en el rector con menos compromiso, carácter y agallas, en la historia moderna de la UNAM; tanto así que mejor José Narro ha salido a defender la autonomía universitaria y a dar la cara por la institución en esta tempestad.

Sin lugar a duda, la resolución que tome la máxima casa de estudios de México será un parte aguas entre la defensa del prestigio de la UNAM y la impunidad, etica y moral de quienes han hecho un negocio fraudulento en la titulación por tésis.

Eduardo Ramos Fusther
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@RamosFusther
Licenciado en Derecho (TEC), Licenciado en Seguros y Fianzas y Administración de Riesgos (Universidad Marista). Maestrante en Pedagogía (Universidad YMCA). miembro del Consejo Nacional de Honor de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT). Titular de "El Punto Crítico Radio". Editor del periódico El Punto Crítico. Con 50 años ejerciendo el periodismo.