“Yo puedo escribir lo que quiera
y usted puede entender lo que quiera.”
Rutilio García Ortíz.

 Con sana distancia y con todas las medidas de precaución, entro al escabroso asunto de la nueva visión de comunicación social de la Presidencia de la República con su emisión de los miércoles “Quién es quién en las mentiras”.

Empiezo diciendo que este es un tema serio y grave para la democracia, las libertades y los derechos humanos. A mí no me importa detenerme en el desempeño de la vocera y en el formato de exhibición de los contenidos, presuntamente falsos o imprecisos.

Me parece que lo verdaderamente grave y de fondo es la filosofía, el pensamiento y la actitud política que sostiene esta decisión. Una política que no sólo habla del titular del Poder Ejecutivo Nacional, sino de toda una clase política, académica, social, partidista y de comunicadores que comparten, alientan y alimentan está medida.

La comunicación es la muestra más tangible y elevada de la inteligencia. Si una persona tiene conocimientos, experiencia sobre un tema o una causa de la vida pero no la sabe comunicar, inmediatamente anula el cincuenta por ciento de su asertividad. Por eso la comunicación es muy importante, es vital para todo sistema de todo tipo, es básico para todas las personas.

Una mala comunicación genera malos entendidos, interpretaciones imprecisas o ambigüedades difíciles de entender. La mala comunicación puede ser , incluso, un acto premeditado para generar conflicto o confusión o ambas.

De ahí la seriedad con la que tenemos que ver lo sucedido en las conferencias matutinas en Palacio Nacional.

¿Por qué es grave la decisión del Gobierno Federal en asumir y operar una política de ese tipo y nivel de confrontación?

Primero. La libertad. La mayoría de las personas hablan de la libertad y se asumen como liberales en cuanto a la generalidad o los temas lejanos que no nos afectan directamente. Pero cuando el ejercicio de la libertad empieza a generar incomodidad, diferencias o francos desencuentros, la libertad es una amenaza y el apetito del poder es quererla controlar, someter y de plano aniquilar.

La libertad de expresión se abre paso entre los actores que asumen las consecuencias; la misma libertad muere cuando presuntos demócratas o liberales aplican métodos de limitación, exclusión o control.

Ese es el primer objetivo de la Presidencia de la República: limitar a su mínima expresión a la libertad de expresión

Segundo. La intención. Desde el principio de este sexenio hemos sido testigos de una narrativa del poder presidencial empeñada en exhibir a sus oponentes como enemigos de la Nación. Los acusa de conservadores porque López Obrador es liberal, los coloca como reaccionarios por qué Andrés Manuel es revolucionario, los señala de complotistas por que toda política colectiva de los oponentes tiene fines golpistas, violentos y antirevolucionarios.

Ante una política de pluralidades, de causas múltiples, colores, sonidos y participaciones de distintas formas, Obrador construyó una visión de malos y buenos, ricos y pobres, despilfarradores y austeros. Una política muy tajante de maniqueísmo. Ante esta intención y definición nace la sección de los miércoles.

Tercero. La política de la fuerza. En esta tarea López no está sólo, ni Jesús Ramírez. Es una decisión compartida por gran parte del gabinete, de los dirigentes de Morena y de los representantes populares. Incluso cuentan con el respaldo abierto, franco y decidido de medios de comunicación como “La Jornada” junto con sus columnistas y caricaturistas, quienes además son los responsables de las áreas de capacitación política de ese partido.

Hace unas décadas el PRI y sus consecutivos gobiernos tenían un periódico “oficial” se llamaba “El Nacional” y sus líneas editoriales se dictaban desde Bucareli, hoy lo es “La Jornada” y sus editoriales nacen en los pasillos del patio de honor del Palacio Nacional. Esto me parece válido, necesario para todo tipo de Gobierno, incluso en los EEUU los republicanos y demócratas tienen sus periódicos favoritos en los cuales ejercen su influencia y dan a conocer sus políticas.

Pero más allá de el área de comunicación social de la presidencia, existe un concierto de acompañamiento, incitación y participación de miembros del gabinete, funcionarios multiniveles de la administración pública, legisladores de todo el territorio nacional al igual que dirigentes no sólo de Morena sino también de otras organizaciones políticas, sociales, académicas.

Cuarto. La cultura política. El Presidente con todos los instrumentos meta y constitucionales está construyendo una cultura política. Tuve la oportunidad de cenar con amigos de la juventud y unos de ellos hoy militan y colaboran en el Movimiento de Regeneración Nacional. Al escucharlos entendí como los conceptos, argumentos y posiciones públicas de López han venido influyendo en el pensamiento y comportamiento de sus seguidores.

Mis amigos son más inteligentes y preparados que yo, y éstos, en particular, con una formación académica, política del mejor nivel. Sus argumentos son robustos y los comunican con énfasis, determinación y fluidez. Mi difunto hermano, Sergio Octavio, era un leal y convencido militante de la cuarta transformación, su solidez académica, cultural y vivencial lo llevaban a edificar argumentos que a veces superaba a los de muchos funcionarios y dirigentes de primer nivel.

Es falso que la clase media es antiLópez, no es así, y lo podemos constatar cuando vemos a académicos de la UNAM el IPN, la UAM, etcétera que comparten las ideas y defienden al régimen y su política de comunicación.

Cinco. La ideológica. Esta es la parte más grave de la ecuación política. Mi definición es que estamos frente a una clase política y gobernante fascista. Lo pienso por el contenido de sus mensajes, la actitud y el estilo personal del Presidente del Gobierno. En su décimo informe no tuvo ninguna mínima prudencia en separar al Gobierno de su Partido Oficial. No habló de las victorias electorales del Movimiento, habló de sus victorias encarnando en una sola persona al Movimiento y al Gobierno, asumiendo así que él es el eje rector de la política nacional.

Esta conducta la humanidad en lo general la ha conocido a través de su historia: Stalin, Hitler, Mussolini, Pinochet, Mao, Strossner, Kadafi y un largo etcétera.

El fascismo de esta administración se demuestra en desprestigiar a sus oponentes, perseguir a los comunicadores, tener líneas de uniformidad de lo que debe ser la clase media, decidir quiénes son los que cumplen con sus niveles de moralidad, definir al Gobierno como el ente que da empleo, define la educación, distribuye las medicinas, decide las obras públicas paradigmáticas de este sexenio, y lo más claro, somete a su Elevada Voluntad la voluntad de todos, todos los demás, desde el poderoso Slim o Ebrard hasta el más modesto de los mexicanos.

Sin duda alguna este modelo de administración pública pasa el tratamiento y la alianza con dos entes que aparentemente están confrontados: el narcotráfico y el ejército. Sublime y ejemplar el modelo de dádivas, privilegios y corrupción que hoy viven las fuerzas armadas. De igual manera el sistema de impunidad, concertación y concesión que se le otorga a los principales grupos del crímen organizado. Un alto funcionario de la Secretaría de la Defensa Nacional me decía: “la orden es No Molestarlos” y pues sí, nadie los molesta.

Por eso debemos de leer con excesivo cuidado el ejercicio de comunicación que nació el miércoles 30 de junio. Concentrémonos en la política y no tanto en la comedia.
Lunes 5 de Julio del 2021.