Dedicado a la Senadora Lily Téllez.

Quién seguramente sabe que la historia tiene muchas versiones.

El ocho de octubre de 1967 Ernesto Guevara de la Serna había sido finalmente, asesinado. El victorioso comandante de la columna de Santa Clara, Cuba,

había sido abatido en Bolivia. Eso fue hace cincuenta y tres años. Y su cadáver sigue espantando a muchos por perjuicios, ignorancia, dogmatismo o franca fobia.

Últimamente he leído algunas expresiones que me generan la sensación de que existe un enorme y grave desconocimiento del papel que juega un revolucionario de a deveras, de los que por sus ideas, estemos de acuerdo o no con ella, los llevan a tomar las armas y alcanzar el poder.

Tenemos, forzosamente que estudiar el contexto histórico que se vivió, la lucha que se libraba en el mundo entre dos polos dominantes y la huella del colonialismo primero y el imperialismo norteamericano, después, en Latinoamérica.

También debemos saber que el movimiento revolucionario del 26 de julio en Cuba no era un acto excepcional, único ni exclusivo. Había movimientos guerrilleros en Colombia, Bolivia, Nicaragua, México. En África, Asia y Europa. Eran movimientos guerrilleros que luchaban contra lo que consideraban el enemigo de las clases campesinas y obreras.

Vietnam vivía una de las guerras más terribles por su independencia, primero de Francia y después de los norteamericanos. Angola luchaba por su independencia contra los colonizadores alemanes, belgas e ingleses. Italia vivía la guerrilla urbana de las brigadas rojas, España la de la ETA, Inglaterra la del ERI. Con estás pinceladas podemos ver qué la guerra fría era un mosaico de batallas en distintas partes del mundo.

Ya tenemos establecido que la revolución cubana no era una excepción como movimiento armado, se convirtió en una excepción cuando los EEUU empezaron a tomar represalias militares, diplomáticas y económicas. Ante ello, Cuba tuvo el valor de defender su dignidad como pueblo soberano y derrotó todo intento de derrocamiento por parte de los anticastristas y la ultraderecha yanqui. Por lo anterior la guerra era a muerte.

En cuanto a la forma de luchar de Ernesto Guevara, quisiera establecer, para la conversación, algunas referencias de otros revolucionarios. Por ejemplo, Robespierre asesinó a Dantón, Fouché a Robespierre. Stalin a Trotski. Julio César a Pompeyo, Bruto y otros a Julio César. En el caso mexicano Carranza mató a Zapata, Obregón a  Villa, Carranza y Calles a Obregón. Y así sucesivamente, vemos en la historia cuántos homicidas produce una revolución. Qué hacemos con estos próceres de la sacro santa e inmaculada revolución mexicana ¿Sacamos sus restos óseos de las columnas del Monumento a la Revolución?

La lucha armada que libró Guevara de la Serna era a muerte, los norteamericanos estaban determinados a impedir la presencia de movimientos comunistas, socialistas y demócratas en el continente, en “su” continente. O acaso ¿alguien habla de la participación de la CIA en los golpes militares en Guatemala, Nicaragua, Venezuela, Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile, Perú y Ecuador?

¿Alguien a expresado su repudio por los asesinatos atroces de Pinochet, Strossner, Somoza, Ríos Montt, Duvalier, Alencar Castelo, Videla?

Pienso que las expresiones contra Ernesto son por una franca y sincera ingenuidad.

El Che fue un Hombre de su época, de un momento histórico que aún se sigue revisando y debatiendo. Las filias y las fobias de este movimiento socialista, único en América, a veces hace que el espectador veterano se pierda en los hechos del presente por desconocer los del pasado.

Podemos y debemos juzgar a la revolución cubana por los casi setenta años de bloqueo comercial, por haber desarrollado el mejor sistema de educación y salud del continente, por ser un valladar contra los excesos de la doctrina Monroe y dejar de usar a Latinoamérica como la fuente inagotable de recursos naturales. Podemos y debemos juzgar a la revolución cubana por colocar en el debate mundial las injusticias del capitalismo, el hambre abrazador de niñas y niños, del analfabetismo como fábrica de obreros y jornaleros mal pagados por no saber leer ni escribir.

Sí debemos de juzgar a Cuba, a Fidel, Camilo, Ernesto, Celia, Raúl, Ramón y todos aquellos anónimos porque un día en las playas de Girón contuvieron la invasión de cubanos y mercenarios contratados por la Agencia Central de Inteligencia.

A quién no debemos juzgar es al águila rapaz que paga menos de un dólar al día en los campos de la United Friut en tierras americanas; no los juzguemos por las bombas de napalm en los arrozales vietnamitas; no los juzguemos por las guerras en el medio oriente para proteger los pozos y ductos de empresas petroleras europeas y norteamericanas. A ellos, a los que abren la brecha de la desigualdad, empoderan la corrupción trasnacional, generan el hambre de la mitad de la población en América y del sesenta por ciento en África démosles impunidad eterna.

A veces pienso que López Obrador utiliza a los personajes de la izquierda para que sean denostados, al fin y al cabo Andrés Manuel no es un hombre de izquierda, es el neoliberal más conservador y dedicado a sepultar las referencias históricas de la lucha por la libertad, la igualdad y la justicia de los pueblos Latinoamericanos.

Lo que más me sorprende es que Andrés Manuel tiene mucho seguidores listos para escupir estatuas del “Che” Guevara y Fidel Castro en los parques públicos de la CDMX.

Abrá otras voces, que caminarán las avenidas y calzadas, tarareando: “aquí se queda la clara, la invariable transparencia de tú, querida presencia, Comandante Che Guevara”