Francisco y México: entre la diplomacia del Vaticano y la retórica del poder.

Las relaciones entre el Vaticano y México han sido, históricamente, una danza cuidadosa entre la diplomacia religiosa y los intereses del estado laico. Sin embargo, bajo el liderazgo del Papa Francisco en la Iglesia  y  de la Cuarta Transformación en México, esa relación adquirió un matiz peculiar: una combinación de elogios simbólicos, mensajes indirectos, engaños discursivos y silencios incómodos.

En diversas ocasiones, el Papa Francisco mostró interés por los asuntos sociales de México. Su mensaje no fue indiferente ante temas como la violencia, la pobreza, la migración y la corrupción. Recordemos su visita en 2016, en la que criticó con sutileza “la corrupción que apesta” y pidió no ser “administradores de lo ajeno”, ante un atónito Peña Nieto, un mensaje que resonó más allá de los muros vaticanos y fue interpretado por muchos como una alusión a las élites políticas mexicanas.

Durante el último sexenio, las interacciones entre el pontífice y el gobierno se movieron en un territorio muy cercano la conveniencia, evidentemente del Presidente López Obrador, quién citó al Papa en diversas conferencias matutinas, usándolo como un referente moral para legitimar su propio discurso político. En un país donde el catolicismo cultural aún tiene peso simbólico, la figura del Papa le sirvió como herramienta para conectar con sectores amplios de la población.

Sin embargo, esta afinidad era aparente y no estuvo exenta de tensiones. El Vaticano fue prudente al no emitir juicios directos sobre las políticas del gobierno, particularmente en temas controversiales como el manejo de la violencia, la militarización o el trato a migrantes. Esa cautela, que forma parte de la diplomacia vaticana, también puede leerse como una distancia crítica.

Por su parte, Francisco lanzo leves guiños a México en temas como la defensa de los pueblos originarios y el cuidado del medio ambiente, dos ejes que también fueron utilizados en el discurso oficial. Pero mientras el Papa los aborda desde una visión pastoral global, en México se instrumentalizan para fines políticos inmediatos.

Una pregunta legítima emerge entonces: ¿Fué el Papa un actor incómodo para el poder en México? La respuesta no es sencilla. Francisco no era un opositor, pero sí representaba una voz moral que, cuando decidía hablar de México, ponía el dedo en la llaga con elegancia vaticana. No se sumaba a la polarización, pero tampoco calló ante la injusticia.

En teoría el gobierno Obradorista buscaba los mismos principios que el propio Francisco enarboló: justicia social, defensa de los más vulnerables, respeto a la dignidad humana y un liderazgo ético que no se doblegaba ante la corrupción. Entre muchos actos apoyando su  política interna, pidió la renuncia al Cardenal Giovanni Angelo Becciu por irregularidades financieras en la Secretaría de Estado del Vaticano; Suprimió los lujos excesivos entre sus colaboradores y llevó una política de austeridad real. En México en cambio, la práctica era una retórica bien calculada del más claro tipo electoral, López jugó al gobernante preocupado por el pueblo, al caudillo humilde de la austeridad franciscana, mientras solapó la corrupcion más descarada que jamás hubiéramos visto en el país y permitió que hasta sus mas cercanos se enrriquecieran ilícitamente, sin destituir a un solo funcionario acusado por corrupción, aún cuando las pruebas fueron puestas cientos de veces a su disposición.

En una época donde la política buscaba legitimarse más por las formas que por los resultados, el Papa Francisco fue un espejo incómodo. Un líder real que contaba con lo que AMLO presumió por lo menos durante 3 horas en las mañaneras al tiempo en que nos recetaba  la dosis de por lo menos unas 20 o 30 mentiras diarias, otros datos, o como quisiera llamarle a la franca mitomanía sexenal.

Poca fue la interacción del Papa Francisco con la Presidenta Sheinbaum, su año de gobierno, coincidió con el último año del Papa cuando este estaba ya muy afectado de salud y consternado por lo que el llamaba la “3a Guerra Mundial en pedacitos” sobretodo los conflictos en Gaza y en Ucrania; con Claudia tuvo apenas un encuentro siendo ella candidata y después de ver a Xóchitl Gálvez, ambas pasaron sin pena ni gloria por el Vaticano. Desde la toma de protesta de la Presidenta en octubre de 2024, el Papa Francisco no emitió comentarios públicos específicos sobre su administración. Sin embargo, Francisco expresó su profunda preocupación por la violencia en México, especialmente tras el asesinato del sacerdote Marcelo Pérez en Chiapas en octubre de 2024, durante una homilía en el Vaticano donde lamentó su muerte y pidió paz para el país.

En paz descanse el Papa Francisco, personaje íntegro, líder humilde y humanísta, realmente diferente a sus antecesores en el vaticano y a la podredumbre retórica de la mayoría de los líderes del mundo en nuestros días.

Alejandra Del Río

@alejandra05

@aledelrio1111

Presidenta de PR Lab México, Catarte y Art Now México, ha escrito columnas sobre política, arte y sociales en muchos de los medios más reconocidos del país, particularmente en el Heraldo de México, El Punto Crítico y en el Digitallpost. Ha participado en numerosos proyectos de radio a lo largo de 20 años, hoy además dirige el podcast Fifty and Fabulous en Spotify.