A propósito de todos los temas trascendentes y delicados que se están olvidando o que se están trabajando de manera inadecuada en nuestro país, como:

la atención a la pandemia que originó el Covid; la entrega y distribución de los medicamentos, la educación, la inmigración, la violencia, la delincuencia, el combate a la corrupción, la inflación, las energías renovables, etcétera, etcétera, etcétera…

En esos temas encontramos la falta de certeza de contar con un debido acceso a la procuración e impartición de justicia; y no es que se deba considerar que ya no existe o que no vivimos más en un Estado de Derecho o que debamos poner la bandera al revés en la plancha del zócalo como un grito desesperado para que otras naciones nos vengan a rescatar.

Sin embargo, está claro que las cartas no se encuentran a favor de los gobernados, pese a que el Estado a un estilo de Blackjack a través de las mañaneras blofea de que todo esta bien en el país y de que vivimos en uno maravilloso del primer mundo.

Lo cierto es que el país se está desquebrajando en materia de seguridad y justicia, pues con independencia del Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no vemos a ningún otro mandatario o titular de otra dependencia que sea coherente y firme en su discurso y actuación, desafortunadamente no toda la Justicia y el Estado de Derecho en México depende de él.

En retrospectiva, y echando una a la situación que impera en las instituciones de Seguridad Pública, primero porque las policías encargadas de prevenir la comisión de delitos, sigue sin ser capacitada, sin contar con el armamento necesario para combatir la delincuencia, sin tener un buen sueldo y bonos de riesgo, seguros de gastos médicos mayores, seguros de vida; sin dejar de mencionar, la corrupción dentro de esas instituciones de pedirles cuotas a sus trabajadores. Por supuesto todo ello, sin olvidar la infiltración y pago del crimen organizado a mucho de ese personal; aunque sin justificarlo, como poder decir que no si sueldo base es mucho menor para poder aspirar a una vida digna y decorosa.

Lo anterior, considerando que las corporaciones policiacas son las primeras en llegar a los lugares donde se han cometido los crímenes en nuestro país, son las primeras en tener contacto con las víctimas y los delincuentes; ¿como esperamos que hagan un trabajo adecuado y profesional si giran todas esas situaciones de desventaja a su alrededor?

Imaginando que dentro de toda esa gama de situaciones contrarias que pueden motivar a los policías a no hacer bien su trabajo, hay quienes si lo cumplen a cabalidad, y cumplen con su labor de la manera más efectiva y eficiente.

Pero nos trasladamos al siguiente eslabón de la justicia, el agente del Ministerio Público, al Policía de Investigación o Policía Federal Ministerial y los Peritos, quienes se encuentran adscritos a las Fiscalías de nuestro país, y que se encuentran en la misma situación que los policías de Seguridad Pública, es decir, se encuentran trabajando en instalaciones precarias, sin recursos para los operativos o las investigaciones, sin seguros de gastos médicos mayores, sin seguros de vida, malos sueldos, malos tratos de sus superiores, y la infiltración del crimen organizado en dichas fiscalías.

Además de ello, algunos de los titulares de las Fiscalías envueltos en actos de corrupción y de abuso de autoridad.

Con todo esto, como imaginar que los gobernados pueden contar con el apoyo de los servidores públicos -policías, agentes del ministerio público, peritos, titulares- si ellos mismos están debatiéndose entre todas esas circunstancias que giran en su entorno, terminan tan desgastados en sus batallas personales, que lo menos que les queda es fuerza para luchar por las causas de las víctimas que acuden a ellos para aclamar justicia.

En el mejor de los casos, para que no sean sancionados por no hacer su trabajo, lo hacen tan deficiente que cuando llegan los asuntos a los jueces tienen que dejar en libertad al perpetrador de la víctima, provocando otra circunstancia colateral: la impunidad.

Es cierto, hay que reconocer a todas aquellas personas que son servidores públicos que a pesar de todo esto realizan con empeño, entrega y dedicación su trabajo, respetando los derechos humanos de los gobernados.

Sin duda alguna, nos ha quedado que claro que en estos momentos tan difíciles que vivimos en el país, las estampitas, los abrazos y los buenos deseos no son suficientes para resolver los problemas complejos de la nación.