Educar es, por defiinición, “desarrollar las facultades intelectuales, morales y afectivas de una persona de acuerdo con la cultura y las normas de

 convivencia de la sociedad a la que pertenece”. Es decir, implica una cuestión más compleja que sólo la capacitación para el desarrollo de determinadas actividades en atención a las capacidades o la simple adquisición de conocimientos, ya que es un complejo sistema cuya finalidad última es crear entes sociales útiles.
Es por esto por lo que educar —y el sistema mediante el cual se realice esta importante función— debe ser prioridad para las instituciones estatales, pues de ello dependerá, en mucho, la calidad de los individuos que pertenecen a una sociedad y, consecuentemente, la capacidad que tendrá el Estado para generar condiciones de seguridad y bienestar.
Desde hace varias décadas, muchos estados nacionales —como nuestro México— parecieran haber claudicado en su obligación de educar a sus poblaciones y han enfocado sus esfuerzos y presupuestos en capacitarlos, ya sea para el desempeño de funciones productivas o para ejecutar trabajos determinados, dejando de lado la condición social y la sensibilización sobre la naturaleza social del ser humano. De este modo, se ha optado por abandonar la educación en socialización para abrirle paso a una era de capacitación para el desempeño laboral.
La formación del ser humano como ente social se ha abandonado. Hoy las escuelas preparan a las personas sólo para contar con habilidades que les permitan desempeñar trabajos mas no para crear seres humanos. Se han dejado de lado la enseñanza de las artes, ciencias sociales, humanidades y de la ética; se ha privilegiado el aprendizaje de técnicas para cumplir determinadas funciones y no la formación integral de la persona. Con ello, al individuo se le ha dejado completamente solo, indefenso ante sus más bajos instintos y apetitos; incapaz de racionalizar y valorar su condición como ente social.
La esencia racional de los seres humanos se ha perdido, pues cada vez son menos quienes aceptan, aprecian y respetan la condición humana. El individualismo exacerbado, que no es otra cosa que el egoísmo encarnado, hace que el valor de la vida y los derechos de los demás pierdan importancia ante los apetitos que surgen de lo más profundo de sus instintos.
Por todo ello, estoy convencido que la piedra angular de cualquier transformación social debe tener como punto de partida —necesariamente— la creación y consolidación de un sistema educativo sólido e integral, que forme seres humanos libres y racionales; que valoren y respeten la condición humana para así generar empatía y fortalecimiento de los vínculos sociales.
Cualquier intento de transformación que parta de un punto distinto a la educación social integral, estará condenado al fracaso. Mientras los sistemas partan de la concepción utilitarista del ser humano o se pretenda utilizar al sistema educativo como un mecanismo de control, la seguridad de las personas y su bienestar sólo serán buenas intenciones basadas en aspiraciones y actos de fe.
@AndresAguileraM