La vida hoy nos impone un nuevo reto como humanidad. Un

 coronavirus de nueva cepa, COVID-19, cuya capacidad de infestación es inmensa, ha atacado a la raza humana de forma invatible. En los últimos meses ha atacado a más de 416 personas y le ha quitado la vida a más de 18 mil. La mayoría de víctimas mortales son ancianos. Los países que se han visto más afectados son Italia, España y China. Este último logró detener el brote y los contagios.
Por más económicamente estable, tecnológicamente desarrollado o socialmente solidario, ningún país estaba preparado para atender una situación de esta naturaleza. Sus efectos lastiman el sistema respiratorio, lo que genera que enfermedades cardiovasculares, diabetes o cualquier otra condición que comprometa los sistemas prioritarios del cuerpo humano, incrementen los riesgos y, consecuentemente, las víctimas mortales.
Ante este escenario y las complicaciones que padecieron las naciones que han sido mayormente afectadas por el COVID-19, la sociedad mexicana, ante el miedo, tomó medidas y, sin esperar la convocatoria gubernamental, difundió información a través de las redes sociales y comenzó una auto reclusión que, posteriormente fue aceptada y promovida por las propias autoridades. Todo ello ha traído consigo que la curva de contagios en el país sea mucho menos pronunciada que en otras naciones del orbe, como los Estados Unidos de América que hoy es considerado como el centro de la sepa del COVID-19 en el mundo.
Mientras exista conciencia entre la sociedad sobre las medidas de prevención, éstas serán siempre mucho más efectivas que cualquier medida correctiva. Se evitan —o aminoran— los efectos de un fenómeno sanitario de estas magnitudes a tal grado que los contagios se disminuyen de manera exponencial, evitando así un resultado catastrófico que implica el deceso de cientos de miles de seres humanos.
La realidad es que este fenómeno, que nos obliga a recluirnos en nuestros hogares, es una valiosa oportunidad para evaluar tanto nuestro desempeño como sociedad como la reacción de nuestras autoridades y políticos ante el estado de emergencia y valorar, verdaderamente, quienes son los que han sabido atender la situación.
Es muy prematuro hacer una evaluación objetiva y más a estas alturas en las que está iniciando la contingencia. Hoy los medios informativos están repletos de opiniones subjetivas que se basan en conjeturas y percepciones que, en mucho, se basan en su simpatía o antipatía para con quienes ejercen el poder público y que, a su vez, son utilizados por políticos afines o antagónicos para defender o atacar las acciones y omisiones desempeñadas.
Vivimos una situación que —como dije antes— el mundo jamás había experimentado. Todo lo que se hace es novedoso y, lo que nos ha servido de referencia, han sido tanto los aciertos como los errores. Hoy nos toca cuidarnos. Ya habrá tiempo para el recuento, los saldos y las exigencias.
@AndresAguileraM