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Tras el auge que generaron la implementación de las políticas del Estado de Bienestar y los desequilibrios económicos generados para los gobiernos, las teorías económicas avanzaron y se retoma, con más fuerza, las ideas económicas neoliberales que, paulatinamente, fueron desplazando al “Estado de Bienestar” y transformándolo en un “Estado Policía”, cuya única función es garantizar la seguridad de la población para que ésta, en libertad, pueda determinar las mejores formas y caminos para lograr el bien público.

Así, paulatinamente, las políticas asistencialistas de los gobiernos fueron desplazadas y remplazadas por un libre mercado voraz e inhumano, revestido de una libertad sujeta al capricho de los grandes capitales que, de forma imperialista, fueron sometiendo a los mercados domésticos, generando bloques comerciales que hoy en día compiten entre sí, pero que, por las propias condiciones “de libertad” pasan por encima de los depauperados y de su condición humana.

Hoy los resultados de pauperización de los países con economías emergentes, han obligado a las grandes potencias a replantear el papel del Estado en los ámbitos económicos, pues se ha visto que la libertad inmoderada de los grandes capitales someten a los seres humanos a una esclavitud de dependencia de la “buena voluntad” de quienes controlan las economías mundiales.

En este concierto es que el Estado Mexicano pretende retomar las características económicas del “Estado de Bienestar”, a través de políticas de asistencia social, calificadas favorablemente por los organismos económicos internacionales, como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Muestra de ello ha sido el paquete fiscal 2014 que está siendo revisado por el Congreso, en el que se pretenden implementar programas sociales, de naturaleza asistencialista, de modo de equilibrar las desigualdades económicas que viven los mexicanos, al tiempo que se re distribuyen las cargas fiscales para hacerse de más recursos para fondearlos.

Pese a las bondades sociales que pudieran gestarse a partir de esta serie de reformas a la legislación fiscal, principalmente por lo que refiere al ajuste recaudatorio y la implementación de nuevos programas sociales, los opositores al régimen, los adversarios políticos del hoy partido en el poder y los antagónicos a su ideología económica, han emprendido una feroz campaña para deslegitimar el actuar del gobierno, aludiendo a la crítica por el alza de impuestos, lo que genera odios y rencores, pretendiendo –irresponsablemente– transformarlos en afectos y simpatías.

La reforma está en marcha y –hasta los opositores– saben que no hay vuelta atrás. El gobierno habrá de obtener un incremento marginal de los ingresos, pero modificará la forma de recaudar haciendo un poco más justa la recaudación, basándose en un solo precepto: paga más impuestos quienes ganan más.

@AndresAguileraM