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Rosario Robles Berlanga, la primera mujer en gobernar la Ciudad de México,
está en la mira de la Fiscalía General de la República por el presunto delito de ejercicio indebido del servicio público, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.
 
 
El prestigio que Robles Berlanga alcanzó en los primeros años de su carrera política, y que incluso la llevó a sonar como “presidenciable”, se extinguió en una trama donde se conjugaron la política, las traiciones, el amor y la corrupción.
 
 
A su paso por la Jefatura de Gobierno bajo la bandera del Partido de la Revolución Democrática (PRD), fue señalada por desviar recursos, pero libró las acusaciones. Sin embargo, su relación de negocios y amorosa con el empresario Carlos Ahumada, quien se vio envuelto en escándalos de corrupción, terminó por hundirla.
 
 
El próximo 8 de agosto, Rosario Robles deberá comparecer ante un juez de control, tras la imputación, sustentada en datos de la Auditoría Superior de la Federación, de un presunto desvío millonario cometido en la Secretaría de Desarrollo Social y, posteriormente, la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), relacionados con el caso conocido como “La estafa maestra”, donde dependencias gubernamentales desviaron recursos a través de universidades.
 
 
Es la primera vez que una trama de corrupción llevará a un funcionario del gobierno de Enrique Peña Nieto a la justicia.
 
 
Economista de formación, la carrera política de Robles Berlanga inició al calor del activismo universitario, primero como lideresa estudiantil y, a finales de la década de 1980, como parte de la dirigencia del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde la carismática joven pugnó por los derechos de las mujeres.
 
 
 
Rosario es la segunda de seis hijos y comenzó a figurar con fuerza en los escenarios políticos, fue fundadora del PRD y también su dirigente nacional.
 
 
Su paso por el partido la catapultó al servicio público, donde ocupó una diputación federal, la Secretaria de Gobierno del entonces Distrito Federal y la Jefatura de la ciudad.
 
 
Con la frase “tengo las faldas bien puestas”, Robles Berlanga sorteó las críticas que recibió por orquestar una campaña mediática para promocionar las obras de su gestión como jefa de gobierno y por el apoyo público que mostró, en el año 2000, a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, considerado el líder moral del PRD, a la Presidencia de la República.
 
 
Gozó de popularidad entre un sector del movimiento feminista, que le aplaudió la “Ley Robles”, mediante la cual amplió las causales de aborto legal.
 
 
Sin embargo, la figura de Rosario empezó a tambalearse. En el PRD la acusaron de contraer una enorme deuda para promocionar las elecciones legislativas federales de 2003, y las críticas finalmente le hicieron perder la presidencia del partido del Sol Azteca.
 
 
Poco después, su alianza con el empresario argentino Carlos Ahumada, con quien mantuvo una relación amorosa, la forzó a renunciar a su membresía activa en el PRD, después de verse involucrado en un escándalo de corrupción.
 
 
 
En marzo de 2004, Televisa transmitió un video que mostraba a René Bejarano, en ese momento líder de la mayoría del PRD en la Asamblea Legislativa, recibiendo un portafolio lleno de billetes de Carlos Ahumada para favorecer las campañas de los candidatos de su partido.
 
 
Acorralado por las evidencias, Bejarano señaló que el dinero había sido entregado a la entonces presidenta del PRD, Rosario Robles.
 
 
Otros videos sucedieron a éste, en los que connotados miembros del partido señalaban a Rosario Robles como una de las personas que les presentaron a Ahumada y que les sugirieron aceptar su ayuda para, luego, favorecerlo con contratos públicos.
 
 
Robles siempre negó cualquier participación en los actos de corrupción, pero ante el embate de las críticas abandonó el partido que la cobijó durante 15 años.
 
 
El destape público de estos hechos y su amorío con Ahumada constituyen el peor escándalo de su carrera política. Rosario se ausentó de la vida pública durante dos años para dedicarse a la consultoría política privada e, incluso, incursionar en la obra teatral Los Monólogos de la Vagina.
 
 
Fue en abril de 2012 cuando la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México arribó nuevamente, en medio de críticas y polémica, a la escena pública.
 
 
Sepultando su larga historia de militancia en la izquierda mexicana, anunció su apoyo incondicional al entonces candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional, Enrique Peña Nieto.
 
 
 
A finales del mismo año, con el triunfo del priista, fue nombrada secretaria de Desarrollo Social del gobierno federal y, posteriormente, fungió como titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano de México.
 
 
Hoy, vuelve a enfrentar los señalamientos por presuntos malos manejos en su administración.