SINGLADURA

En la antesala de la Casa Blanca, Donald Trump es reiteradamente señalado en México como culpable de casi todos los males del país. Si el peso pierde valor ante el dólar de Estados Unidos, Trump es el culpable número uno, si la economía se aletarga, también Trump es el responsable directo; si las remesas están en peligro, aparece el

magnate del ladrillo una vez más como causante potencial.

Los mercados incluso reaccionan en forma negativa y Trump otra vez tiene la culpa. En pocas palabras, Trump se ha  convertido en el villano favorito de los mexicanos o, en el menos malo de los casos, en el chivo expiatorio principal de cuanto fenómeno negativo aparezca en el horizonte mexicano.

La mayoría de los mexicanos tiende a ver a Trump como la encarnación del mal nacional y aún como la mejor evocación en estos tiempos de la globalidad fracturada nada menos que del satánico Adolf Hitler, el siniestro personaje alemán que sacrificó a millones de judíos so pretexto de la estúpida idea de la superioridad racial.

Y así vamos, de argumento en argumento para “explicar” la crisis nacional. Y sin embargo, México se anota en el undécimo sitio económico mundial. Se dice fácil, pero no lo es tanto.

Ahora y a partir de que Trump primero se lanzó a la carrera presidencial y luego de su triunfo y la derrota que propinó a la señora Hillary  Clinton, el magnate del ladrillo es visto predominantemente como el origen y causa de los males del país. No es cierto del todo. Trump es un acelerador si se quiere de los fenómenos problemáticos más adversos del país, pero no es la causa.

El hecho de que se le vea como la tragedia mexicana número uno, supone el encubrimiento de la razón y el ocultamiento de las causas reales de los problemas mexicanos, que han existido mucho antes de Trump y seguirán casi seguramente después de que este señor republicano salga de la Casa Blanca.

 Dejemos pues de echar la culpa o de responsabilizar de nuestros males a terceros. Sería la mejor forma de empezar a resolverlos. Pongamos como ejemplo la reacción de otros países. Los argumentos que siempre encontramos para justificar cualquier estado de cosas adverso, frustra las soluciones de los problemas.

Esto es un poco de los que nos pasa a los mexicanos. Con demasiada frecuencia culpamos a otros de nuestras circunstancias. Es un error porque insistimos en un esquema que nos hace quedar confinados en un callejón sin salida.

Trump puede agravar nuestros problemas. Es cierto, pero no es la causa de ellos. Antes de Trump, los mexicanos teníamos demasiados problemas y numerosos argumentos para explicarlos, pero no para resolverlos. Con Trump en la Casa Blanca, esos mismos problemas podrían agravarse. Son dos situaciones distintas. Hay que separarlas para comenzar a resolverlas. Sin un análisis y entendimientos claros, seguiremos restando la capacidad que tenemos para resolver nuestros problemas. Esto si hace una diferencia. Culpar a Trump alarga nuestros conflictos.

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