En Egipto, el Ramadán, que comenzó una semana después del golpe militar que derrocó al presidente islamista Mohamed Mursi, no logró poner fin a las protestas multitudinarias convocadas a favor y en contra del mandatario depuesto.

Ni el calor ni el ayuno disuadieron a miles de seguidores de Mursi, acampados en la plaza cairota de Rabea al Adauiya, de continuar con su sentada y organizar marchas masivas para pedir su regreso al poder.

Los opositores a Mursi, por su parte, han aprovechado el Ramadán para invitar a los ciudadanos a tomar el "iftar", comida con la que se rompe el ayuno tras la puesta del sol, en la céntrica plaza Tahrir para expresar su apoyo a las Fuerzas Armadas egipcias.

Noha Awad, una joven médico que no pudo olvidarse durante el mes sagrado de la división política en el país, se quejó, de que este año no ha podido disfrutar de las típicas noches de Ramadán con sus amigos en los cafés por temor a la violencia.

Hasta los tradicionales culebrones televisivos del Ramadán, que solían entretener a los fieles con sus temas románticos, sociales y cómicos, han reflejado los sucesos políticos que ha vivido Egipto.

Un ejemplo es la telenovela "Al Daea" (el clérigo), que habla de los islamistas y su dominio del poder durante el año de mandato de Mursi.

En Siria, el Ramadán tampoco ha dado una pausa a la violencia, ya que, según la oposición, más de 1.700 personas han muerto a manos de las tropas del régimen sirio durante el mes sagrado, en el que los musulmanes se abstienen de comer, beber y fumar desde que sale el sol hasta que se pone.

No solo la violencia ha aumentado, sino también los precios de los productos básicos, lo que ha añadido más sufrimiento a los sirios.

Algunos ciudadanos han llegado a lanzar campañas en las redes sociales para pedir el boicot de los alimentos que se hayan encarecido demasiado y presionar así a los comerciantes para que revisen los precios.