Las imágenes captadas en la zona norte de la ciudad, especialmente golpeada por las inundaciones, son sobrecogedoras. Los equipos de rescate usan balsas para transportar a los damnificados y grupos de vecinos en la localidad de Nova Iguaçu -donde la situación es especialmente trágica y se ha declarado el estado de emergencia- han montado barricadas con neumáticos en llamas en señal de protesta. La avenida Brasil, uno de los principales accesos a la ciudad que atraviesa los barrios más afectados por las lluvias, ha permanecido colapsada buena parte del día y ha vivido saqueos de vehículos de carga.

En Nova Iguaçu el agua ha provocado que más de 2.000 personas tengan que abandonar sus viviendas, según datos de la alcaldía. La avenida Radial Oeste, la avenida Brasil y la Autopista Presidente Dutra permanecen cortadas en varios de sus tramos. Estas arterias son las responsables de que cientos de miles de vehículos puedan acceder y abandonar la ciudad diariamente. La Presidente Dutra, en particular, es la ruta que conecta Río de Janeiro y Sao Paulo, las dos mayores ciudades de Brasil. Todo el transporte terreste entre las dos capitales se realiza por esa carretera.

Los transportes públicos urbanos, como el metro y la sobrecargada y polémica red de autobuses, no dan abasto ante el aluvión de personas que ha optado por dejar el coche en casa y las avenidas colapsadas por el agua. Hacía tiempo que no se veían estas escenas en la capital, aunque anualmente entre diciembre y marzo suelen producirse fuertes lluvias que golpean con dureza diferentes áreas del Estado de Río. La vecina región serrana suele ser escenario de tragedias provocadas por la lluvia todos los inicios de año.

Ante la gravedad de la situación, la presidenta Dilma Rousseff se puso en contacto con el Gobernador, Sergio Cabral, y con el alcalde, Eduardo Paes, para ofrecerles ayuda y solidarizarse con la ciudad. Río de Janeiro es una ciudad con una orografía muy particular, plagada de cerros y desniveles, que dificulta la canalización del agua de lluvia, cuando esta cae en grandes cantidades. En abril de 2010 la ciudad sufrió aguaceros similares que paralizaron la ciudad durante más de 24 horas y dejaron un reguero de destrucción inédito en las últimas décadas. En aquel momento se cuestionó que la futura sede olímpica no estuviese preparada para este tipo de contingencias. El alcalde, entonces, respondió lo mismo que hoy: cuando llueve tanto, no hay como evitarlo.