«Quizás se sabe poco del devastador sufrimiento al que está sujeta una mujer que vive con un cura la fuerte experiencia del enamoramiento. Queremos, con toda humildad, poner a tus pies nuestro sufrimiento para que algo cambie no sólo para nosotras, sino para el bien de la Iglesia», escriben estas mujeres, que se han puesto en contacto entre ellas a través de Internet y de blogs que abordan esa cuestión.
Mónica es una de las mujeres que firman esa carta. Desde hace tres años mantiene una relación sentimental con un cura destinado en una pequeña localidad italiana de unos 1.200 habitantes. «Nos conocimos no en la parroquia sino en casa de unos amigos que ambos frecuentábamos. Yo entonces tenía pareja y una relación llena de problemas. Este sacerdote trató de ayudarme. Y nos enamoramos». Desde entonces se ven a escondidas. «Somos muy cuidadosos, pero sólo porque alguna vez hemos dado un paseo juntos o hemos ido a tomar un café en el pueblo se han desatado las habladurías».
«La Biblia dice que el hombre no debe estar solo. Y eso debería de aplicar también para los curas», asegura Monica. Mucha gente ve a los sacerdotes como extraterrestres, como personas fuera de este mundo. Y tienen razón: un hombre obligado al celibato es algo que va contra natura. Si se permitiera que los sacerdotes que así lo deseen que puedan casarse se acabaría con muchos sufrimientos y se haría un gran bien a la Iglesia».

PETICIÓN A BENEDICTO XVI

La misiva en la que Mónica y otras 25 mujeres le piden a Francisco la abolición del celibato se la enviaron por correo certificado hace aproximadamente un mes, acompañada de los teléfonos de algunas de las firmantes. Sin embargo, hasta el momento no han tenido ninguna respuesta por parte del Papa. Pero confían en que Francisco, un Papa que desde su elección hace 14 meses está llevando a cabo cambios importantes en la Iglesia, pueda entender su drama.
«Definitivamente Francisco es un Papa distinto. Por eso esperamos de él cosas distintas y que pueda abrir un debate sobre el celibato», nos cuenta Maria Grazia Filippucci, quien durante un cuarto de siglo (y con intermitencias) ha mantenido una relación sentimental con un sacerdote a la que puso fin hace un par de años, consumida por el dolor.
Maria Grazia Filippucci fue una de las aproximadamente 40 mujeres que ya en marzo de 2010 le mandaron una carta a Benedicto XVI pidiéndole que reconsiderara su posición después de que ese Pontífice se reafirmara en la prohibición de los sacerdotes de contraer nupcias y defendiera el celibato como un «valor sagrado». Francisco no se ha pronunciado sobre la cuestión desde su elección como Pontífice, pero hay indicios de que podría ser más comprensivo: siendo arzobispo de Buenos Aires, por ejemplo, estuvo en estrecho contacto con el ex obispo Jerónimo Podestá, quien en 1972 abandonó el sacerdocio para casarse. Bergoglio le asistió en el lecho de muerte y permaneció próximo a su viuda, Clelia Luro. Además, el brazo derecho de Francisco, Pietro Parolin, ha dejado claro que el celibato es un asunto que se puede debatir. «No es dogma de la Iglesia y se puede discutir porque es tradición eclesiástica», señalaba en una entrevista en septiembre, un mes antes de convertirse en secretario de Estado Vaticano.