de Estados Unidos con México e intentó atribuir a su nuevo muro la contención de la inmigración ilegal y el coronavirus. Sin embargo, su visita tenía lugar el mismo día en que funcionarios de salud pública testificaban en Washington sobre la actual amenaza del COVID-19 y señalaban a Arizona como uno de los estados con crecimiento en el número de casos.

Bajo el abrasador calor de verano, Trump hizo una breve escala para inspeccionar una nueva sección del muro —una estructura de concreto reforzado— donde él y otros funcionarios escribieron sus firmas.

“Frenó el COVID, frenó todo”, manifestó Trump.

Trump está tratando de recuperar impulso para su campaña tras su mitin en Tulsa, Oklahoma, del fin de semana, que debía ser una señal de la reapertura de la nación y una exhibición de fuerza política, pero en lugar de ello tuvo miles de asientos vacíos y suscitó numerosas dudas sobre el liderazgo de la campaña del presidente y sus argumentos para permanecer cuatro años más en la Casa Blanca. Debido a la baja asistencia de simpatizantes en Tulsa, la atención se centró en la visita de Trump a Arizona, un estado donde las infecciones de coronavirus están aumentando y ningún partido tiene el triunfo asegurado en los comicios de noviembre.

Al visitar la frontera, Trump intentó cambiar el enfoque hacia un tema que cree ayudará a revitalizar a sus seguidores en noviembre.

“Nuestra frontera nunca ha estado más segura”, declaró Trump cuando se reunió con el gobernador republicano Doug Docey y funcionarios de la Patrulla Fronteriza.

La visita tuvo lugar un día después que el gobierno de Trump anunció que ampliaría hasta finales de año una suspensión a la emisión de tarjetas de residente fuera de Estados Unidos y que congelaría también muchas visas de trabajo temporal, incluidas aquellas muy utilizadas por las compañías tecnológicas y corporaciones multinacionales.

“En este momento queremos que los empleos sean para los estadounidenses”, afirmó Trump en referencia a la medida.

Más tarde el martes, Trump tenía programado un discurso ante un grupo de jóvenes republicanos en una iglesia de Phoenix, donde los organizadores han dicho que esperan a miles de asistentes

La alcaldesa demócrata de Phoenix dejó claro que no cree que el evento pueda realizarse de manera segura en la ciudad y solicitó al presidente utilizar mascarilla.

Trump se ha negado a usar la mascarilla en público, convirtiendo el tema en un asunto cultural entre republicanos y demócratas. Las encuestas indican que los republicanos usan las mascarillas mucho menos que los demócratas, pese a las advertencias de expertos de que hacerlo reduce drásticamente el riesgo de transmitir el virus.

Desde finales de mayo, Arizona ha surgido como uno de los lugares con más contagios del país.

El estado informó el martes casi 3 mil 600 nuevos casos de coronavirus, para un total de al menos 58 mil 179. También reportó 42 nuevas muertes, para un acumulado de Mil 384.

Funcionarios de campaña subrayaron que los actos políticos podrían continuar siendo básicos en la estrategia de reelección del mandatario, pero aceptaron que en algunos estados podría ser necesario que cambien ligeramente. Hay discusiones sobre efectuarlos en sedes más modestas o al aire libre, quizá en hangares y anfiteatros, o en ciudades más pequeñas lejos de los manifestantes.

Pero los funcionarios creen que la capacidad de Trump para atraer a miles de simpatizantes durante una pandemia le da una imagen favorable que contrasta con la del contrincante demócrata Joe Biden. Aun así, el equipo de campaña ha tenido dificultades para encontrar puntos de ataque efectivos contra Biden.

Biden, al igual que Trump, ha tenido problemas para atraer a los electores jóvenes, aunque el equipo de campaña del exvicepresidente ha expresado confianza en que las protestas contra la injusticia racial cambien eso.

La visita de Trump a la iglesia de Phoenix el mismo día que el vicepresidente Mike Pence comenzó una gira enfocada en la fe, pone de relieve la relevancia que los conservadores religiosos continúan teniendo entre la base de partidarios del mandatario. Sin embargo, aunque el equipo de campaña de Trump corteja abiertamente a los electores religiosos, hay indicios de menor apoyo entre ciertos bloques de votantes que el mandatario no puede permitirse perder.

Según una encuesta difundida a principios de mes por la organización no lucrativa Public Religion Research Institute, la proporción de católicos blancos que ven favorablemente a Trump ha caído en dos dígitos desde el año pasado, a 37% la última semana de mayo en comparación con 49% en todo 2019. De acuerdo con la misma encuesta, el favoritismo hacia Trump entre los evangélicos blancos se situó en 62% en mayo, un nivel comparable al de 2019, pero 15% menos que en marzo.

Que Trump se enfoque en la construcción de su muro como prometió hace tiempo también tiene como propósito reforzar el apoyo que tiene entre sus simpatizantes más leales.

El gobierno de Trump ha prometido construir 724 kilómetros (450 millas) para finales de año, pero eso parece improbable. El gobierno ha concedido más de 6 mil 100 millones de dólares en contratos de construcción desde abril de 2019 para varios proyectos a lo largo de la frontera. También ha prescindido de las reglas de adquisiciones que según los detractores hacen que el proceso de adjudicación de contratos multimillonarios sea secreto y opaco.