El merolico palaciego que gobierna a golpe de posverdad, siempre presto a racionalizar los hechos para evitar que
la imaginación de su feligresía se salga del redil, experto en imponer los temas de la agenda en la que cada día de los últimos cuatro años han caído sus seguidores igual que sus opositores, esta vez guardó silencio: "No tengo reportes", dijo al ser cuestionado sobre el operativo que acababa de poner a Culiacán bajo fuego.
Cualquier respuesta lo habría puesto en un lugar inconveniente. Manifestar desconocimiento acerca de un suceso tan relevante como fue el operativo que llevó a la segunda detención de Ovidio Guzmán López, lo hacía lucir débil, descolocado, sin control del país, muy distinto al personaje poderoso, pendenciero y desafiante que acostumbra a interpretar cada mañana, cuya discutible "fuerza moral" le ha dado hasta ahora un blindaje que desconcierta a sus enemigos y alimenta su popularidad entre su base. Según declaró dos horas después del inicio de los hechos (luego de la supuesta junta de seguridad), él no sabía nada...
No obstante, asumir que él mismo ordenó el operativo lo habría puesto en contradicción con su política de "abrazos no balazos", refrendada con necedad hasta hace unos días, mostrando que al final del día no es tan poderoso y debió doblarse ante un poder superior, el gobierno de los Estados Unidos. 
Es evidente que el interés por atrapar a Ovidio no fue del Gobierno de México, pues aquí no había orden de aprehensión en su contra. La orden venía del otro lado. Se trata de uno de los principales jefes del Cártel de Sinaloa, responsable directo del trasiego de fentanilo, una droga que ha provocado 110 mil muertes en el último año en territorio norteamericano y por lo cual es considerado un problema grave de salud pública. La presión interna que ello está generando al gobierno de Biden es demasiado fuerte. Necesitaba dar este palo.
Lo peor para López Obrador es que la detención del Chapito lo contrapone con sus aliados estratégicos, a los que debe demasiado, no sólo el financiamiento de su campaña de 18 años y de su movimiento, sino los resultados de las elecciones en varios estados del país en 2021. Ese mismo "apoyo" en las próximas elecciones presidenciales es muy importante para Morena, ya que por sí mismo este partido no tiene asegurado el refrendo en 2024. 
Perder el "apoyo" del crimen organizado no es la única consecuencia previsible, pues si se desatan reacciones violentas por la traición no serán tiempos agradables para Andrés Manuel y su círculo íntimo, que no va a sentirse tranquilo cuando aborde un auto, un helicóptero o un avión. Y ojalá no se le ocurra al presidente seguir usando vuelos comerciales porque pondría en riesgo a los pasajeros.
Otra consecuencia podría ser que al fin veamos los mentados videos de los narcos entregando dinero al hijo de López. De hecho, la cuña para que AMLO aceptara la petición de Biden, vía su embajador, fue mostrarle el vasto expediente plagado de pruebas y evidencias en su contra que han integrado las agencias de inteligencia norteamericanas, la DEA y la CIA, cuyos directores, por cierto, son parte de la comitiva de Biden en su visita a México.
La incursión militar en la tierra a la que el propio presidente López se ha rebajado a visitar en cinco ocasiones en cuatro años, también podría tener consecuencias que lamentar para la población en el corto plazo, pues si se desata una guerra habría muchas bajas inocentes. 
Todo parece indicar que Sinaloa es sólo el comienzo y Jalisco podría ser el nuevo punto de interés para los Estados Unidos antes de junio, con lo cual se logrará mantener distraído al gobierno morenista en plenos procesos electorales de dos estados, el de México y Coahuila.
Se vienen tiempos difíciles para todo el país, pero necesarios. El brazo del crimen organizado, cuya intromisión en los comicios electorales más preocupa, es precisamente el Cártel de Sinaloa. Al parecer lo tendrán controlado las agencias de inteligencia norteamericanas, pero eso sí, muy enojado, por lo que deberemos extremar precauciones.
Ovidio es un símbolo y su detención es un mensaje. No se van a desmantelar los cárteles ni se va a exterminar el lucrativo negocio de la droga, pero mantener su poderío bajo control es un imperativo para la seguridad nacional de los Estados Unidos y debe serlo para la de México. López Obrador ha entregado más de la tercera parte del territorio al narco, que hoy opera como un supraestado gobernado por sus aliados, a cambio de ayudarlo a llegar al poder y a preservarse en él. Eso no nos conviene ni a los mexicanos ni a los americanos.
En la mañanera de este lunes 9 de enero, el presidente López amaneció con un rollo mareador mediante el cual pretendió cubrir de niebla los hechos en Sinaloa, cayendo nuevamente en la narrativa maniquea de siempre: los buenos contra los malos, sus adversarios contra su autoridad moral, cuidando de no mencionar a los malos de verdad. Un choyo pringado de anécdotas irrelevantes y datos vacíos sobre su grandioso aeropuerto Felipe Ángeles, asumiendo como logro propagandístico que el presidente Biden, al que colmó de elogios, haya aceptado aterrizar ahí (a cambio de un Ovidio). El merolico no cortó el hilo durante un largo y aburrido debraye para evitar las preguntas de los reporteros el mayor tiempo posible. 
Una conclusión relevante que podemos sacar de los hechos previos a la visita de Estado de los presidentes de Estados Unidos y Canadá es que el gobierno de López va en caída libre.
Es muy importante que la oposición y los medios generen una narrativa que logre opacar a la desgastada narrativa oficial de la "post-verdad", empezando con mantener la objetividad sobre la captura de Ovidio, que de ninguna manera fue un logro del gobierno de López, débil y doblado. También se debe resaltar que aún hay militares valientes y eficientes, no subordinados a los intereses económicos con los que el presidente ha pretendido comprar la lealtad castrense.
Ovidio es la ofrenda del tlatoani local a un rey vecino más poderoso que llegó a cobrar tributo.
Elena Goicoechea, comunicadora.