El relanzamiento del PAN  debe concretarse con una sola decisión innegociable: hablarle al país ya los mexicanos con

la verdad. Verdad para México ante tantas mentiras del  oficialismo . Verdad para México donde se esconden las cifras de los delitos y se gobierna desde la falacia que nos hace perder vidas y dinero. Verdad para México para reconstruirnos como una opción viable que reconcilie posturas.  Verdad para México  para reconocer la pluralidad como la mayor riqueza de nuestro país. Verdad para México, para recuperar la confianza de los mexicanos.

Estoy convencido de que no hay oposición creíble si no hay honestidad interna. Debemos nombrar sin eufemismos nuestros equívocos: la cancelación de la democracia interna que convirtió la deliberación en retórica, la postulación de candidaturas que no estaban comprometidas con la agenda ciudadana y los principios del partido, y las alianzas que nos desdibujaron, comenzando por ese Pacto por México celebrado con un gobierno designado por enormes casos de corrupción y continuando con pactos con fuerzas ideológicamente opuestas.

No sancionamos como correspondería a quienes usaron la institución para negocios personales y luego confesaron públicamente ese tráfico de intereses. La impunidad interna fue una traición a nuestra propia propuesta.

La falta de organización fue otra herida: convertimos la estructura territorial en un mecanismo de reparto de candidaturas y dejamos que la vida del partido se concentrara en oficinas de la Ciudad de México, perdiendo el pulso de las realidades locales.

La renuncia a reconstruir el PAN en el interior del país entregó decisiones a unos cuantos y sustituyó el trabajo cotidiano por eventos pomposos que reemplazaron la cercanía por la banalidad. Esa sustitución de lo territorial por el espectáculo convirtió la política en vitrina y no en servicio.

Pero aún con esas sombras, existe una luz que no debemos borrar: nuestros gobiernos, los federales así como en muchos estados y municipios, siguen siendo mejores calificados que los del oficialismo. Ese capital es la prueba de que sabemos gobernar con eficacia y responsabilidad. Allí donde gobernamos bien, se demuestra que la política pública responsable, produce resultados: servicios que funcionan, finanzas ordenadas, resultados visibles en la vida diaria. Esa ventaja es la semilla que podemos considerar con honestidad y trabajo territorial.

He señalado con contundencia, que relanzar el PAN no debería tratarse de maquillaje; sino de reparación y de proyecto.

Reparación significa sancionar con claridad, transparentar procesos y recuperar la ética como filtro para cualquiera que aspire a representar al partido. Proyecto significa reconstruir desde territorios, fortalecer comités locales, descentralizar decisiones y promover candidaturas con arraigo y compromiso ciudadano.

Proyecto también significa poner en primer plano propuestas concretas que resuelvan problemas cotidianos: seguridad con prevención y justicia efectiva, salud con abasto y calidad, empleo digno, apoyo al campo, protección a mujeres, oportunidades reales para jóvenes.

Estoy consciente de que se requiere un relevo generacional, pero necesitamos reconciliar la experiencia con la energía. La experiencia es el mapa que evita que repitamos errores, la juventud es el motor que nos empuja a actuar con audacia. Pensemos en la experiencia como el ancla que organiza la nave y en la juventud como la vela que captura el viento; ambos son necesarios para no quedarnos a la deriva ni perder la fuerza del impulso. Pensemos en la experiencia como la linterna que muestra el camino y en la juventud como la chispa que enciende la revolución de las soluciones; la linterna sin chispa alumbra sin calentar, la chispa sin linterna se pierde en la oscuridad.

Hablemos con metáforas claras para quienes tienen años de batalla y para quienes recién empiezan: no necesitamos más maestros que den lecciones desde el despacho, ni aprendices que improvisen sin guía. Necesitamos maestros que pasen el mapa y aprendices que pongan el motor. Necesitamos juntas territoriales que funcionen como raíces y comités juveniles que actúen como brotes; solo así la planta política echará tronco y flores a la vez.

La reconstrucción exige también recuperar la narrativa de nuestros logros. No basta con reclamar fallas ajenas si no sabemos mostrar lo que hicimos bien. Debemos promover con coherencia los gobiernos que funcionan, traducir sus resultados en propuestas replicables y medirlas para demostrarlas. La credibilidad se restaura con hechos, no con consignas.

Por eso convoco a la dirigencia del PAN a presentar a los mexicanos propuestas veraces y verificables que resuelvan sus problemas en la vida cotidiana, propuestas que nazcan del territorio y lleguen con claridad a la gente. Convoco a que la autocrítica sea pública, que la sanción sea ejemplar, que la organización vuelva al territorio y que la juventud y la experiencia se alíen con respeto recíproco. Convoco a que el PAN ponga la verdad en el centro de su acción política y ponga al país por encima de los ataques de poder.

Solo con verdad para México será posible ser una oposición responsable y una alternativa capaz de recuperar la confianza ciudadana. Solo así reconciliarán posturas, celebrarán la pluralidad que nos hace ricos, y ofreceremos a las y los mexicanos una opción que no promete olas de humo sino puentes firmes entre la experiencia y la esperanza juvenil.

No se trata de volver al poder por el poder. Se trata de volver a tener sentido. De ser una alternativa creíble, cercana, congruente. De demostrar que aprendimos de nuestros errores y que estamos listos para corregir el rumbo, no solo del partido, sino del país.

El PAN tiene una nueva oportunidad. Pero no será con discursos vacíos ni con reciclajes de siempre. Será con verdad, con humildad, con propuestas, y sobre todo, con la gente. Porque sólo así, volveremos a ser Acción Nacional.

Adriana Dávila Fernández

Política y activista

@AdrianaDavilaF