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 Los dos grupos criminales que mantienen sojuzgado y hundido en el terror a Michoacán: “La Familia Michoacana” y “Los Caballeros Templarios”, surgieron del misticismo retorcido de uno de los principales jefes del Cártel del Golfo, Carlos Alberto Rosales Mendoza, alias “El Tísico”, compadre del líder máximo de la organización criminal, Osiel Cárdenas Guillén.

 Carlos Alberto, nacido el 12 de febrero 1963, sin haber pertenecido al Ejército, ingresó al Cártel del Golfo antes de que los militares desertores del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales formaran el grupo de “Los Zetas” y con el paso del tiempo se convirtió en jefe de los sicarios.

 En la década de los ochentas, el Cártel del Milenio, llamado también de Los Valencia o el “Cártel de los Aguacates”, ya que sus fundadores, Armando Cornelio Valencia y sus primos Luis, Ventura y José Valencia Valencia y Oscar Orlando Nava Valencia, se decían agricultores de dicho fruto, era el que detentaba el poder absoluto en el estado de Michoacán.

 Su principal rival era el Cártel del Golfo, encabezado por Osiel Cárdenas Guillén y Carlos Alberto, que se viera reforzado con la incorporación de los militares desertores que formaron el grupo de

 “Los Zetas”, mismos que abatirían a algunos de los Valencia y a otros los “pondrían” para aniquilar dicha organización.

 Mientras Osiel Cárdenas permaneció como jefe máximo del Cártel del Golfo, éste predominó sobre las demás organizaciones delictivas pero tras su detención, el 14 de marzo de 2003, el grupo comenzó a fragmentarse y a dividirse lo que permitió que otros narcotraficantes quisieran apoderarse del territorio.

 Rosales Mendoza, con fuertes inclinaciones religiosas, a su muy peculiar manera, ya había acogido como uno de sus mejores amigos y discípulos a Nazario Moreno González, apodado “El Chayo”, al que transmitió su doctrina e incluso lo convenció de participar en un plan descabellado: rescatar a su jefe Osiel, a sangre y fuego, del penal “La Palma”, ahora llamado de El Altiplano.

 Irónicamente, año y medio después de la aprehensión de su jefe, en octubre de 2004, con quien ya había encompadrado también fue detenido por miembros de las Fuerzas Especiales del GAFE; Nazario Moreno logró escapar milagrosamente y fue entonces cuando se separó del Cártel del

 Golfo y se dio a la tarea de crear un grupo fuerte, capaz de disputar la supremacía en su natal estado.

 Pero no quería un grupo de asesinos, sin escrúpulos ni principios, influenciado por las ideas místicas de su anterior jefe, “El Tísico”, apodado así por su complexión física, quería crear una organización casi religiosa, muy a su manera, que respondiera a la filosofía que le había sido infiltrada por Carlos Alberto.

 Nazario Moreno, que ya se había autonombrado “El Pastor”, llegó incluso a escribir un manual espiritual, con aforismos y máximas para la superación espiritual; sus hombres tenían que estar plenamente convencidos que no se trataba de una organización criminal sino de una cofradía que tenía que ser vista como un culto, con verdadera adoración.

 Las lecturas obligadas para los integrantes de los que se conocería después como “La Familia Michoacana”, además del manual escrito por

 “El Más Loco”, mote adjudicado por sus mismos hombres que lo calificaban como orate, era la Biblia, es decir que secuestraban, detenían, mataban, mutilaban y cometían toda clase de abusos, pero en el nombre de Dios.

 En ese recoveco espiritual, respecto al orgullo de pertenecer a “La Familia Michoacana”, “El Pastor” advertía a sus seguidores:

 “Es preferible ser dueño de un peso que ser esclavo de dos; es preferible morir peleando de frente que de rodillas y humillado; es preferible ser un perro vivo que un león muerto; es preferible usar la inteligencia que la fuerza; es preferible herir al amigo con la verdad que matarlo con mentiras, es preferible ser un pobre bendecido por Dios y vivir en paz, que ser un rico sinvergüenza y sin la gracia de Dios”…