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Si algo tiene que haber en la agenda de las y las candidatas en 2018 son dos temas: la economía y la inseguridad. En lo que hace a la primera durante el presente trimestre esperábamos un embate que afortunadamente no se ha materializado, entre otras cosas,

por incumplimiento de las promesas hechas en campaña por Trump, sin embargo, aún persisten los altos niveles de desigualdad económica y deberá ser tema obligado en las propuestas del 2018.

Sin embargo, lo que ha subido de tono durante las últimas semanas son los elevados niveles de inseguridad, de todo tipo, desde la ola de inseguridad vivida en Reynosa, los cada vez más sonados asaltos en la Ciudad de México con todo e intercambio de disparos, plazas comerciales asaltadas a la luz del día, intentos de asaltos en mercados locales cuyos locatarios tienen que pagar por protección, una Ciudad que otrora que se jactaba de ser de las más seguras y donde se negaba de manera sistemática que operara el narcotráfico, dato que fue aniquilado con la detención del Lic. Damaso en Polanco; se suma a esta deplorable lista el lamentable asalto a una familia en la carretera México-Puebla, es decir, al final de lo que estamos llenos es de inseguridad y esto concuerda con la percepción que muchos especialistas en economía tienen. Entre los factores que estarían obstaculizando el crecimiento económico está como número uno los altos niveles de inseguridad. Así lo dejó ver un sondeo publicado recientemente por el Banco de México.

Estamos dándole poca importancia al peso que la inseguridad tiene dentro de todos los factores sociales, estamos siendo sordos y ciegos todos, partidos políticos, sociedad, gobierno, salvo uno que otro rescatable esfuerzo de algunos colectivos ciudadanos (como el anunciado por el respetable académico Mauricio Merino). La inseguridad no es un asunto que atañe a quien es víctima, ni a quien es responsable de su prevención y atención, sino que demanda el consenso de todos aunque suene a estereotipo.

El tema será obligado dentro de las plataformas políticas en el siguiente año, a nivel local y federal, seguramente bañado de promesas, de fórmulas practicadas y repetidas, cuya realización ha resultado imposible porque quienes toman las decisiones lo hacen desde la comodidad de las oficinas, con un ejército de guaruras y camionetas blindadas, pero además dejando de lado al elemento más importante de cualquier toma de decisión pública: el ciudadano.

Quien logre entender que este deberá ser el tema obligado pero además le entre con propuestas alcanzables seguro podrá explicarlo viendo a los ojos al ciudadano, involucrándolo, comprometiéndolo también.

Quien aspire a gobernar en cualquier orden en 2018 deberá de estar pensando desde ahora que vivir con zozobra cotidiana supera y anula cualquier promesa de campaña, donde nuevamente la y el político se niega a aceptarlo, porque desafortunadamente en este país para sensibilizarnos ante la inseguridad parece que es necesario padecerla, para que ahora sí, salgan a crear alguna ONG, hagan manifestaciones porque la autoridad responsable no avanza en las indagatorias y hasta para politizar los crímenes.

Eduardo López Farías.

Doctor en Administración Pública

Twitter: @efarias06