Columna En la economía

Se vuelve inevitable no realizar algún comparativo entre los procesos electorales que se vivió en Francia y lo que pasa en el nuestro. Cierto, allá se desarrollaron elecciones federales y aquí estamos en la antesala de la propia, pero lo que nos deja de lección a

nivel electorado es la enorme diferencia entre el proceso, el debate, las campañas y hasta la forma en la que en México decidimos el voto por alguien. Cierto, Macron es joven pero es congruente, por eso a pesar del riesgo de la llegada de Le Pen, allá ganó la razón, sin importar que será el presidente más joven de la historia, ganó el análisis, ganó el electorado.

Cosa diferente la que vivimos en México donde nuestros procesos están plagados de promesas que no importa si se cumplen, no importa el cómo sino el qué. Allá se realizaron dos rondas, sin temor a esperar un poco más para que el elector crítico tome una decisión, sin votos emocionales.

El problema es que seguimos aplaudiendo a propuestas mágicas, como aquellos que aseguran que de llegar a la presidencia se acabará la corrupción, como un acto de mera voluntad o que terminarán con la pobreza porque así lo han decidido. Francia tuvo dudas durante su elección por eso se dio una segunda vuelta, por eso su sistema lo permite, pero lo hizo sin miedo ante las propuestas de un joven como Emmanuel, estaba escuchando qué proponía, por eso votó por esta opción y no por la otra que iba en contra de la dinámica de Europa y de la propia Francia.

Viene a cuento porque entre candidatos y electorado en México seguimos con las mismas recetas, esperando el día de la elección para ver qué toca, donde los propios partidos realizan propuestas de “si te dan algo agárralo pero vota por mí”, donde lo relevante no es quién está realizando las mejores propuestas, donde el candidato o candidata que se haya dado a la tarea de estudiar y analizar la viabilidad de sus propuestas es el que menos interesa. Aquí lo que vende es lo vale, el insulto al otro, la ofensa, el trapo sucio.

Seamos francos, al electorado mexicano también nos falta mejorar nuestro papel como sujetos activos en los procesos, dejar de lado la visión “vasija”, receptora de prebendas y comenzar a exigirles más, que eleven el debate, el nivel, cierto una vía es el voto, pero no a través de la abstención, sino de una participación activa, veámonos en el espejo francés.

Dr. Luis David Fernández Araya

*El Autor es Economista Doctorado en Finanzas, Profesor Investigador de Varias Instituciones Públicas, Privadas y Funcionario Público.

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