VOY LLEGANDO

COLUMNA     ¡QUE CONSTE,… LOS OLVIDADOS

VOY LLEGANDO desde Real del Catorce a San Juan Capistrano, después tres día más para llegar a la ranchería de Santa María Ocotán y Xoconostle, luego dicen que no le tenemos miedo a los alacranes, por donde quieran salen, se van juntando en los tiempos de calor,

son los güeritos los más peligrosos y a los niños no les hace ya ni la “hierva sin raíz” porque como no vomitan se van ahogando con sus propios quejidos, así lo ha querido diosito, así lo marcan los dioses del sol y de la luna, los del color, los de la música que se va fijando en el violín y la guitarrita y la flauta, nos vemos en la cueva del peyote, ahí nos tenemos que meter antes de volver a ir hasta el desierto a buscar al PEYOTE, los demás lo usan como algo que se debe comer para ver colores y tener nuevas visiones y nuevos sonidos, nosotros lo usamos para ver a los dioses, los nuestros, aunque se encabrone el curita que dice que nos vamos a condenar si el muy cabrón ya está condenado desde que se robó a la muchacha en San Juan Capistrano y el alicenciado le ayudó para que no lo lincharan y lo jodieran, algunos dicen que a lo mejor el pito, su pito estaba bendito por eso enloqueció a la niña, pero la verdad es que Martina no sabía más porque también ella en la iglesia le daba sus aventones y se dejaba subir las enaguas para darle paz al curita… si supieran que en la realidad lo que le gustaba más era el aguardiente de don Pedro al que le ponía todos los azares de todas las plantas y decía que era para quitarse el frío y sacaba su carabina corta, dice que era un armita japonesa pero que tiraba balas del 22 o del 25 largo, no se le iban al viejo ningún venado ni menos los conejos de la madrugada. Con los venados era ágil el viejo de don Pedro, no usaba el armita, solamente el zacate y lo aventaba para ver donde corría el viento y para que no lo ventearan los venaditos y así les caía al pescuezo y los agarraba…. diablo Don Pedro y todo el día mascaba como el chicle pero no, era la carne del peyote, lo traía porque sus compadres Huicholes, Coras o mexicaneros le daban cada vez que pasaban por ahí y él los recibía en su casa… dicen que hacía brujerías y todos le tenían miedo. Algunos aseguran que el Tonal y el nahual de pronto se aparecían y le rendían, otros no, aseguran que él era los dos, que se transformaba y por eso no lo veían hasta que estaban al lado de uno… y el frío calaba en la madrugada, daba el candelillazo, como la candelilla en el desierto y las plantas se quemaban en la punta y después el pinche calor de sierra y de infierno, por eso se resecaba la garganta, el buche y hay que tomar un buen trago de aguardiente con azares como el que hace Don Pedro… y quedarse quieto no sea que el mismo calor lo chingue y lo mate, no sabe uno, es el tiempo de los alacranes y de tanto sudar los ojos se nublan y no los ve hasta que siente el piquete y poco a poco se va cerrando la garganta y se saliva mucho y se ahoga con su propia salivación y el dolor, el dolor es cabrón, sube por las venas y llega al corazón y a la cabeza y nadie sabe, como que de pronto llegan los espíritus chocarreros y se lo llevan a uno… ahí se queda.

         Esta es la Sierra Madre Occidental, donde en el cañón de San Juan Capistrano se escondína los cristeros de Huajuquilla y de Fresnillo, la Hacienda perteneció al conde de San Mateo de Valparaíso, tuvo las mayores haciendas y tanto poder que de aquí salió la colonización de la alta California con la Propaganda Fide, el último dueño de todas las haciendas era uno de los herederos que se fue a trabajar con Lázaro Cárdenas después de que le ayudo a pacificar la zona porque entre el curato o los curas y el general Maximino Ávila Camacho se hacían pendejos, unos, le compraban rifles y municiones que no servían y para ello los sacerdotes y los obispos se ponían de acuerdo con él para continuar guerreando, al general le convenía, se venía robando de todas las haciendas el ganado grande y el chico y se lo llevaba para Puebla, ganaba vendiendo triques que no servían y cobraba haberes del doble por la guerra y así don Antonio Soto y Valle, que era un hombre bueno, muy bueno, regaló las tierras y las haciendas a los pueblos, pero Cárdenas no quiso que así fuera, no, quería que se repartieran en ejidos y todo se chingó. Pero el viejo callado, no dijo nada, solo que así no funcionarían las cosas y no falló. Un buen día Cárdenas siendo presidente llegó a su casa a Zacatecas, lo recibió Don Antonio Soto y Valle bien arreglado, como siempre, pero sacando tiliches nuevos y una botella de coñac para darle al presidente que no tomaba, pero que le invitó para que se fuera con él como contralor en hacienda y él le dijo que sí, pero con la condición de que si había pillos y corruptos los metía a la cárcel, así se comportó don Antonio, recto como era al caminar y decente como era al hablar y todo el tiempo que trabajo con puntualidad no tomó un solo quinto que no le fuera de su pago, y años después, cuando llegó el alicenciado, con Echeverría, les regalo el casco de la Hacienda de San Juan Capistrano para poner una planta industrial que al poco, otro militar chingó cuando llegó a gobernador, creo que era de los viejos que tenían las malas mañas de Maximino, porque antes había sido embajador en Cuba y el Secretario de la Defensa lo saco de allá por rata y por cobrar a los cubanos que se refugiaban… para después, terminando de allá, lo enviaran como gobernador y como era coscolino pues se casó con la mujer que traía de amante uno de sus hijos porque ella, dicen, regenteaba… y lo que si es cierto es que como que embrujó al viejo y lo traía de jodido, de mandilón, de perra flaca…así se va pagando en la vida las malas obras y los malos ratos… y eso que no salió el Nahual ni el Tonal, sino, quien sabe…

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