¿Unidad nacional?

SINGLADURA

De cara a un panorama nacional que previsiblemente será de alta incertidumbre en 2017 como consecuencia en particular de una crisis económica interna, bien camuflada y apenas contenida por el gobierno, y en el ámbito externo por el ascenso al poder del republicano Donald Trump, quien envía ya sus primeros mensajes, nada

halagüeños dicho sea de paso, la unidad de los mexicanos comienza a ser invocada y aún vista como el mejor antídoto.

Y podría serlo, pero antes habría que saldar una serie de condiciones críticas para que el llamado a la unidad del país encuentre eco y más aún cobre un sentido mínimo.

¿Cuáles serían o deberían ser esas condiciones?  Apuntemos algunas. Hay que indicar directo y de inmediato a una reingeniería del estado de derecho de manera tal que se cumplan los preceptos de éste contenidos en la carta magna nacional y otras leyes. Esto redituaría y pronto en una recuperación de la alicaída imagen gubernamental, acentuada por los casos más conspicuos de impunidad evidente. Cuando se habla del estado de derecho en México tiende a creerse en general que éste es un andamio inexistente y que llevaría mucho tiempo poner en marcha. Nada más alejado de la realidad. Basta una decidida voluntad política para hacerlo patente ante la abundancia emblemática de casos.

Una condición más por cumplir para concretar la exigencia de unidad nacional en estos momentos, aciagos y peligrosos para el país, debería ser el diseño y ejecución rápidos de un programa esencial de alivio económico para los sectores más vulnerables del país, es decir, los más resentidos y afectados por las políticas de ajuste económico instrumentadas hace casi cuatro décadas. Podría argumentarse en contra de esta propuesta que el país está escaso de recursos públicos y más bien está obligado a recortar éstos a lo largo de 2017 para  “mantener sanas las finanzas públicas” nacionales. Falso. Sin un programa básico de alivio a lo más pobres, éstos que son mayoría en México, sólo expresarán rechazo a la idea de unidad nacional ante las contingencias que se han comenzado a dejar sentir.

Una más. Los políticos, todos, y en los tres niveles de gobierno, bien podrían acometer ya acciones puntuales y sensatas que al menos reflejen  la voluntad de austeridad, contención y solidaridad con el país. Es vox populi  el desdén político hacia el país y la mayoría de los gobernados, que tienen arraigada la idea de que todos los políticos son parte de lo mismo y sólo están prestos a beneficiarse asi mismos y apoderarse para su estricto beneficio de los recursos del país.

Una cosa más. Se requiere el activismo público y político del presidente Enrique Peña Nieto para reposicionarse en el ánimo nacional como un líder o gobernante capaz de reagrupar al país en torno a estas causas mínimas, más otras que podrían y deberían adoptarse para abonar a favor del llamado a la unidad nacional. De otra forma, este exhorto, tan escuchado en las últimas semanas, quedará confinado en el baúl nacional de los buenos deseos. Y entonces será mucho más fácil el camino hacia una profundización de la crisis que nos amaga.

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