En 1990 Octavio Paz fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Tres décadas después ningún otro mexicano

ha recibido ese reconocimiento en el ámbito cultural. Por ello, y en memoria de los 25 años de su fallecimiento, ofrecemos a nuestros lectores una revisión mínima de sus obras más representativas como poeta, ensayista literario y crítico político del México de su tiempo.

Inicio con el texto El laberinto de la soledad, ensayo editado por primera vez en 1950, y que a la fecha lleva un sinnúmero de ediciones y reimpresiones, posiblemente sea la obra más conocida de Octavio Paz. En este ensayo el autor reflexiona sobre la naturaleza psicológica de lo que significa la mexicanidad al preguntarse: “¿qué somos y cómo realizaremos lo que somos?” La respuesta lo lleva a describir la conciencia de sí como pueblo y cultura. Una de sus conclusiones de su análisis destaca que la soledad existencial es el elemento característico del ser mexicano, aunque, añade, esta condición humana también “se dibuja con claridad en la historia de todos los pueblos”. 

De su variada y extensa producción literaria, la crítica especializada y el público lector han destacado, en el ámbito poético, textos como Piedra del sol (1957), obra que se compone de 584 versos endecasílabos, cantidad equivalente al número de días que requiere el planeta Venus para cumplir su ciclo solar, y que en la mitología mexica representa al dios Quetzalcóatl, uno de los símbolos más representativos de la cultura mesoamericana. En este largo poema Paz da rienda suelta a su imaginación al generar, con gran sensibilidad, múltiples imágenes sobre la naturaleza. 

Otra característica de esta composición literaria es su circularidad. Según Octavio Paz, lo es porque el verso con el que comienza también es con el que concluye, y así vuelve a comenzar en un movimiento infinito que semeja “un sauce de cristal, un chopo de agua, / un alto surtidor que el viento arquea, / un árbol bien plantado más danzante, / un caminar de río que se curva, / avanza, retrocede, da un rodeo/ y llega siempre.”

El éxito literario de Piedra del sol se expande fuera de la frontera nacional en 1962, luego de su publicación en el idioma francés y, al año siguiente, con la obtención de su primer galardón, fuera del ámbito hispánico, del Gran Premio Internacional de Poesía, de Bruselas, Bélgica. En una edición conmemorativa de esta obra (Lecturas de Piedra del Sol, FCE, México, 2007), escritores de la talla de José Emilio Pacheco refrendaron la calidad estética de este poema al considerarlo una de las obras maestras de la poesía mexicana. Por ello, aseguró el también poeta ya fallecido, “para comunicar mi entusiasmo perdurable por este gran poema, diré: tengo tres ejemplares de Piedra del sol, uno para leer, otro para releer y el último para ser enterrado con él”.

En la vertiente de ensayos literarios, la producción de Octavio Paz es asimismo considerable y de gran calidad. Al respecto, el ejemplo de mayor relevancia me parece que es Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, cuya primera edición data de 1982, y con la cual el poeta revitalizó los estudios que hasta el momento existían sobre la llamada décima musa. En palabras del propio autor, “la comprensión de la obra de Sor Juana incluye necesariamente la de su vida y de su mundo. En este sentido, mi ensayo es una tentativa de restitución: Sor Juana en su mundo y nosotros en su mundo”. 

En este extenso ensayo de más de 600 páginas, Paz realiza una revisión histórica del contexto social, político, cultural y religioso en que Juana de Asbaje, su nombre real antes de consagrarse como monja vivió en la Nueva España del siglo XVII. En primer lugar, el autor recupera la biografía de Sor Juana a partir de su ingreso a la orden religiosa de San Jerónimo, luego de abandonar sus actividades en la corte del virreinato. En un segundo momento, centra su análisis en la relación que Sor Juana estableció con la virreina de Nueva España, María Luisa Manrique de Lara; para finalmente abordar el tiempo en que la poetisa se ve forzada a renunciar por completo a sus actividades literarias.

La relevancia de Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe se explica por la profundidad analítica con la que Octavio Paz cuestiona las interpretaciones en boga hechas por historiadores y críticos especializados en la vida y obra de la décima musa. En especial, argumenta en contra de la idea de que Sor Juana sea considerada una escritora de religión. Más bien, asegura, debe tratársele como una escritora barroca que criticó las limitaciones impuestas a las mujeres de su tiempo, de ahí que su obra sea considerada como un antecedente del feminismo. 

El aspecto más polémico de Octavio Paz sin duda es el que aborda su pensamiento político y su proceder en la esfera pública. La vida y obra de este intelectual coincidió con la instauración en México de un Estado y un sistema político emanados de un movimiento armado triunfante: la Revolución Mexicana de 1910. Con el paso del tiempo, las vivencias de Paz lo llevan a transitar, de un activismo en favor de la causa Republicana Española (en la década de los años treinta del siglo XIX) y de movimientos socialistas de impacto en México y en América Latina, a otras acciones más de reflexión teórica y debate sobre conceptos eje para conducir la acción política en toda sociedad contemporánea: la democracia, la modernidad, la libertad y el papel de los intelectuales.

En este camino el poeta se confrontó con diversas voces nacionales e internacionales del ámbito académico, literario y propiamente político, tan prestigiadas como la del historiador Adolfo Gilly, el literato Carlos Fuentes y el escritor Carlos Monsiváis. Las reflexiones y debates ideológicos de Octavio Paz con estos y otros intelectuales quedaron plasmadas en textos de su autoría como El ogro filantrópico (1978), Tiempo nublado (1983); PRI: hora cumplida. 1929-1985 (1985) y Pequeña crónica de grandes días (1990).

Algunas conclusiones a las que Paz llega en torno al país que le tocó vivir dan cuenta de cierto pesimismo en torno al futuro del Estado mexicano, los partidos políticos de oposición y sus posibilidades para impulsar un proyecto histórico de largo alcance. En relación con el Estado mexicano, Paz aseguraba que éste padecía, como enfermedades crónicas, la rapacidad y la venalidad de sus funcionarios públicos. En las postrimerías de su vida, Octavio Paz reflexionaba respecto a la coyuntura postelectoral de 1988, y ante esos hechos sus esperanzas de una alternancia política se desvanecieron y su voz dejó de escucharse en la esfera pública.

Hoy en día, a 25 años de su fallecimiento, la obra más representativa de Octavio Paz, y por la que él públicamente aseguró que le gustaría ser recordado, sobretodo, por la de índole literaria y poética. Leer y releer sus textos es el mejor homenaje que se le puede hacer hoy y siempre.

Nohemy García Duarte

@NohemyGarcaDual