El jueves 1 de septiembre después de que había oscurecido en Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, actual vicepresidenta, regresaba a su casa,

donde la esperaban congregados militantes de “La Cámpora” la agrupación política de su hijo Máximo Kirchner, cuando de repente un hombre de 35 años de edad, de nombre Fernando Andre Sabag Montiel, al que le dicen Tedi, de origen brasilero, sacó una pistola, se la puso en la cara a Cristina e hizo como disparaba, sin que saliera ningún tiro y comenzó el show.

Hasta ese momento, Cristina Fernández no sabía a qué Dios encomendarse, a quién pedirle solidaridad o ayuda para no ir presa, por el pedido de prisión efectiva, que tan solo unos días atrás había hecho el fiscal Luciani, con una montaña de pruebas, en un juicio llamado “vialidad” que es referente a la corrupción en la obra pública. El fiscal en su alegato sostuvo que Lázaro Báez, socio de Cristina Fernández se había robado el equivalente a 20 veces la Ciudad de Buenos Aires. Lázaro Báez terminó siendo dueño de 415 mil hectáreas solo en la provincia de Santa Cruz, quien antes del gobierno de Cristina era “monotributista”. “Lázaro Báez, que era Néstor Kirchner, que era Cristina Fernández, dijo el fiscal Luciani.

A partir del pedido de 12 años de prisión efectiva del fiscal Luciani para Cristina Fernández, esta comenzó a empujar al ruedo a cuanto actor político encontrara en el camino. Así comenzó una amplia operación política interna para colocarse como víctima, bajo argumentos como que sufría una persecución política, una escalada de la derecha, un embate contra el proyecto nacional y popular, etc. En ese intento por conseguir una cobertura política contra la acción judicial, Cristina organizó un acampe permanente, frente a su casa, de militantes de la agrupación política de su hijo para mostrar que tenía quiénes la defendieran. También mandó a los principales voceros del kirchnerismo y a sus aliados a expresarse públicamente para defenderla de la acción de la justicia.

Como si fuera poco, en esta embestida, hubo una amenaza muy concreta del presidente de la nación Alberto Fernández a los fiscales del caso, cuando en un programa de televisión, dijo que esperaba que el fiscal del caso no fuera a suicidarse, como lo había hecho el fiscal Alberto Nisman. Esto es de una gravedad institucional completamente inusitada, considerando que la justicia argentina ha determinado que el fiscal Alberto Nisman no se suicidó, sino que lo mataron, solo dos días después de haber denunciado a Cristina Fernández de traición a la Patria.

A pesar de todos esos momentos desesperados, Cristina Fernández sabía que todo lo que estaba haciendo no le alcanzaba para evadir la acción de la justicia. Entonces comenzó una operación internacional con el mismo fin, donde fue pidiendo la solidaridad y el pronunciamiento de distintos mandatarios de la región, entre los que estuvo López Obrador, diciendo que era una “persecución judicial” lo que sufría Cristina, también levantaría la voz el inefable Evo Morales, quien acusaría al imperialismo, pero también estaría en ese corifeo Lula Da Silva y el recientemente elegido presidente de Colombia Gustavo Petro.

Pero aún así, Cristina siguió sintiendo que no le alcanzaban todos los esfuerzos que hacía para retrotraer la acción de la justicia argentina e influir en la decisión de los jueces para que no la condenen a los doce años de prisión efectiva. Este es el contexto en el que se produjo el “atentado a Cristina Fernández”.

Es aquí, cuando en una jugada maestra, sacó un conejo de la galera, y se inventó el autoatentado. Debía colocarse en víctima de la manera más brutal, de la forma más atroz y esa forma era haciendo creer, que además de todo, la querían matar.

Un peritaje de la Gendarmería Nacional, cuyos peritos son absolutamente confiables, determinó que al arma que llevaba Fernando Andre Sabag Montiel, levantada del suelo, con la que supuestamente intentó asesinar a Cristina Fernández no tiene las huellas digitales del atacante. Por otra parte, el celular del atacante en un primer intento no pudo ser desbloqueado por la Policía Federal Argentina, por lo que le encargaron el trabajo a la Policía Aeroportuaria, la que se encontró con la sorpresa de que el celular del atacante, se “autoreceteó” solo.

Cristina Fernández tras el supuesto atentado, siguió saludando a los manifestantes, como si nada hubiera ocurrido durante otros seis minutos.

El presidente Alberto Fernández, quien nunca lee en sus discursos, esa noche leyó un discurso en cadena nacional, con toda solemnidad. Algo que parecía mucho más parte de un show bien preparado, que a una rápida respuesta real. Con mucha más razón si tenemos en cuenta que frente a diferentes crisis, Alberto Fernández ha sido un personaje que se ha caracterizado por no saber qué hacer y por tomar decisiones de forma muy tardía, como sucedió frente a la crisis con el dólar a la renuncia vía Twitter de su ministro de economía Martín Guzmán.

Alberto Fernández decretó feriado el viernes 2 de septiembre “para la defensa de la paz y la democracia”. Esto le permitió al oficialismo organizar un inmenso acto, en Plaza de Mayo, con miles de acarreados. Así Twitter se llenaría de videos que se burlaban de los “autoconvocados” a favor de Cristina, donde se mostraban largas filas de colectivos para el transporte para llevar militantes y beneficiarios de planes sociales.

No es la primera vez que Cristina Fernández realiza actos desesperados y decide hacer un montaje para hacerse la víctima para tapar sus atrocidades.

Ya al morir Néstor Kirchner, y al encontrase su gobierno frente a diferentes dificultades, Cristina Fernández de Kirchner explotó hasta el cansancio la imagen de viuda, vistiendo de negro por al menos un año y llorando reiteradamente en discursos oficiales cada vez que le convenía.

Cuando el domingo 18 de enero de 2015 encuentran muerto al fiscal Alberto Nisman, al día siguiente se produjo una reacción social que Cristina Fernández nunca se esperó. Una multitud fue a manifestarse a donde se encontraba la presidenta de la Nación, en ese momento para gritarle una y otra vez “asesina, asesina”.

Al verse señalada directamente por la gente manifestándose en la calle por el crimen del fiscal Alberto Nisman, Cristina Fernández algo tenía que inventar. En esa ocasión, en su primera aparición pública después del asesinato de Nisman, Cristina Fernández apareció en televisión, desde la Quinta de Olivos, la residencia presidencial, en una silla de ruedas y con una bota ortopédica. Días después volvió a salir en televisión, en una segunda aparición pública, también desde la Quinta de Olivos, pero con la bota ortopédica esta vez en la otra pierna. Las dos escenas constan en registros fotográficos ampliamente difundidos, nuevamente, en las redes sociales después del autoatentado.

Algo bastante inexplicable, es la candidez de la oposición política argentina, arrastrada por la cobardía y la corrección política, salió a condenar el atentado, sin advertir en absoluto la farsa y el montaje. Teniendo como principal personaje a Mauricio Macri, quien encabezó las condenas al atentado, sin desconfiar al menos de un posible montaje. Siempre sostuve en lo personal que Cristina Fernández le da unas siete vueltas a Macri, y esto es así porque Macri es un Junior, sin demasiada experiencia política y sin calle, como se dice coloquialmente, mientras Cristina viene del peronismo, que si algo lo caracteriza es el hecho de estar hecho de baños de pueblo y de lo que vive la gente marginal en la Argentina. En el caso de Mauricio Macri, ya debería estar arrepentido de no haber tenido los pantalones para meter presa a Cristina Fernández durante su gestión. Ahora, pretendiendo ser de nuevo candidato a la presidencia para el 2023, pareciera no haber aprendido nada de sus errores respecto a Cristina Fernández y la naturaleza de este personaje siniestro.

Una sola voz ha sido muy digna en la oposición argentina, en medio del montaje de Cristina Fernández y su autoatentado, y ha sido la de la diputada por la provincia de Santa Fe, Amalia Granata, quien ha hablado desenfadadamente y quien describió el atentado como una pantomima.

Por todo esto y muchas otras cosas, que le compren a Cristina Fernández el cuanto del atentado quienes no la conocen.

Marcelo Fabián Monges