Las acciones equivocadas y palabras desatinadas tienen un costo que a veces el político no quiere ver ni aceptar.

 Repercuten en su popularidad, en su porcentaje de aceptación.
Justifica todo lo que hace y ni por descuido admite haber fallado, por el contrario, exalta su “perfección”. Sus colaboradores no se atreven a decirle la verdad, prefieren el halago permanente a correr el riesgo de ser despedidos, como ha sucedido con los que se han atrevido a disentir o señalarle desaciertos.
En el fondo, muy en el fondo de su consciencia, debe de reconocer que ha perdido popularidad, que su gobierno no tiene el éxito que había imaginado y que seguramente disminuyeron los seguidores.
Desencanto que tiene consecuencias, que seguro las advierte, la reducción de votos en las siguientes elecciones, la pérdida de poder y hasta del cargo, por eso se anticipa y habla de fraude.
Si lo derrotan no será por culpa de sus actos o mal gobierno, sino porque le hicieron trampa.
En esa tesitura se ha colocado el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump ante las elecciones de su país que se realizarán el próximo mes de noviembre.
Según el presidente norteamericano Donald Trump, sus adversarios piensan hacer mal uso del voto electrónico, que en el voto electrónico está el truco, que lo van a multiplicar a favor del partido Demócrata.
Da por hecho que por la pandemia, muchos de sus compatriotas van a optar por votar de esa manera, a distancia, en vez de acudir a las urnas.
La verdad es que hay políticos que no quieren ver y mucho menos reconocer que el único culpable de la derrota es un mal gobierno.
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@zarateaz1
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