Era tan discreto en su trabajo, que hasta para morir fue discreto. Pasó desapercibido su internamiento en el Hospital. Semanas en terapia intensiva, víctima de la pandemia. Finalmente perdió la batalla.

 Personaje del poder legislativo, clave en el funcionamiento de las cámaras, en la de Diputados y en el Senado. Laboró en ambas, en distintos tiempos. Su última escala en el recinto de San Lázaro.

Samuel Rodríguez Mora, Director de Relaciones Interinstitucionales y de Protocolo de la Cámara de Diputados, perdió la vida el pasado 17 de noviembre.

Conoció a figuras nacionales e internacionales, porque era encargado de recibirlas en los recintos legislativos. Guía de visitantes, para conducirlos a sus lugares, a su asiento en el salón plenario o a su sitio en diferentes salones.

Aun cuando era natural su facilidad para relacionarse, nada de reflectores. No hay fotos suyas ni en redes sociales, solo en el portal institucional, la de tamaño infantil que para su expediente le requirieron en recursos humanos de la cámara.

Jugó un papel clave para el ingreso de Felipe Calderón al Palacio de San Lázaro en el 2006, cuando la sede legislativa estaba bloqueada por la oposición. En condiciones ordinarias le hubiera tocado guiarlo por los pasillos y hasta su lugar. Por eso los opositores no lo perdieron de vista. Funcionó para distraerlos. Acosado con preguntas que querían saber el acceso que utilizaría quien iba a rendir protesta como presidente de México.

Discreto, cumplió su misión como Director de Protocolo de la Cámara de Diputados.

Samuel Rodríguez Mora, ya descansa en paz.

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