Luis Colosio Riojas, hijo del malogrado candidato presidencial priísta, tenía seis años cuando mataron a su padre en Tijuana, el 23 de marzo de 1994.

 Hoy, a sus 35 años de edad, no piensa en venganzas. Ha hecho suya la frase de su madre Diana Laura: la mejor venganza es perdonar a los que acabaron con su vida.

A diferencia de su abuelo Luis Colosio Fernández, quien sin más mérito que ser el papá del candidato asesinado, aceptó que el entonces partido en el poder lo hiciera senador, especie de compensación, el nieto no quiere ningún beneficio gratuito. Una vez que cumplió los 18 años, recibió ese tipo de ofrecimientos. Los rechazó. Prefirió hacer su propia carrera política, con sus valores y medios.

Creció y se formó en Monterrey. Se siente regiomontano y aspira a ser presidente municipal de la capital de Nuevo León.

Su discurso rompe con viejos vicios, contrario al arribismo y componendas. Camina con la frente en alto.

Ha madurado. Procura acercarse a gente que lo puede ayudar en sus planes, con nueva mentalidad.

El nombre de su padre no se lo puede quitar y seguro le genera simpatías. Es natural en una historia de esta dimensión. Sin embargo, Luis Colosio Riojas está convencido de que debe avanzar con sus capacidades, ganarse el voto de los regios con su proyecto, que sea viable y congruente.

No es fácil ser alcalde de la segunda ciudad más importante del país. Primero tendrá que triunfar el próximo seis de junio. De él y nadie más dependerá que su ascenso político llegue a niveles nacionales.

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