Hay nombramientos que para ser aprobados requieren el voto de la mayoría calificada en el Senado. El voto de las dos

terceras partes de los senadores asistentes a la sesión plenaria.

Aunque parezca increíble, se ha vuelto complicado alcanzar dicho requisito, porque como ningún grupo parlamentario tiene por sí solo esa mayoría calificada, entonces están obligados al consenso.

La oposición se ha vuelto exigente, nada que signifique favorecer al partido en el poder. Y el partido en el poder tampoco está dispuesto a cederle nada al llamado bloque opositor.

Por eso es que el Senado tiene pendientes de aprobación más de 70 nombramientos. La mayoría de ellos ni siquiera han llegado al pleno para que sean votados, por la sencilla razón de que los grupos parlamentarios saben que sería ocioso.

La oposición no quiere nombramientos de gente identificada con el gobierno y el grupo mayoritario tampoco acepta a personas que simpaticen con la oposición. De nada sirve que los aspirantes cumplan con el perfil y los requisitos que establece la ley.

Ahora los senadores tienen sobre la mesa dos ternas, una de hombres y otra de mujeres, para aprobar un magistrado y una magistrada que se incorporarían a la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

El asunto es de la mayor relevancia, porque a dicha sala le tocará calificar la elección presidencial en 2024.

Las personas puras no existen en ninguna parte del planeta, lo que debe asegurarse es que garanticen imparcialidad.

Arturo Zárate Vite

@zarateaz1

arturozarate.com

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