Tanto el expresidente Ernesto Zedillo como el articulista Héctor Aguilar Camín han dado por muerta la democracia

porque en su opinión el actual grupo en el poder se ha apoderado del poder judicial.

Para ellos era el último bastión del sistema de pesos y contrapesos, indispensable para que exista democracia.

Se ha extinguido ese sistema y según ambos ahora todo el poder lo tiene el titular o la titular del poder Ejecutivo.

¿Y dónde quedaron los medios? ¿Dónde está la oposición? ¿En qué papel queda el pueblo? ¿Qué pasó con los empresarios? ¿La iglesia, en particular la católica, perdió toda influencia?

Los medios, los convencionales, como nunca, critican a la administración en turno y a la misma presidenta, en todo lo que hace y dice. Todo lo ven mal, negativo y en perjuicio del país.

La oposición prefiere sumarse a ese coro en vez de fortalecer su estructura, su presencia nacional. Se ha hecho chiquita por culpa de sus líderes, más ocupados y preocupados por satisfacer sus intereses personales. No hay acciones efectivas para recuperar la aceptación de la sociedad. Están sumidos en el descrédito y no parece importarles.

Los empresarios están en lo suyo, en seguir generando riqueza, en conservar sus empresas y contribuir a la estabilidad de la economía nacional. Evitar caer en una aguda crisis, porque a nadie conviene.

La iglesia católica sigue siendo mayoría en México, pero ya no con la fuerza de hace 10 ó 20 años. Por más esfuerzos que hace no ha podido frenar la reducción del número de creyentes.

El pueblo, como tal, está a la expectativa. Ha sido determinante en la alternancia en nuestro país. Con su voto le da vida a la democracia. Terminó con la hegemonía del PRI y en 12 años echó de la silla presidencial al PAN, porque se dejó seducir por los beneficios de la opulencia.

Ese pueblo es un contrapeso real.

Arturo Zárate Vite

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