Fidel Velázquez Sánchez dirigió la Confederación de Trabajadores de México (CTM) más de 50 años y murió a los 97.
Poderoso como quizás ningún otro líder obrero, cabeza del sector más importante en los tiempos de la hegemonía priísta.
Con la fuerza para ser designado destapador de candidatos presidenciales del partido tricolor, una vez que el “dedazo” en la residencia oficial de Los Pinos había decidido quien sería el afortunado.
Autor de frases que se quedaron para siempre, como aquella que soltó cuando había demasiada inquietud entre quienes aspiraban a la candidatura presidencial: “el que se mueve no sale en la foto”.
Estudió solo la primaria. Su sabiduría política lo mantuvo por cinco décadas como dirigente de la CTM. No estuvo exento de diferencias con algunos mandatarios, uno de ellos fue Luis Echeverría.
Como muchos, Don Fidel se conmovió en 1968 por la masacre de estudiantes en Tlatelolco. De inmediato convocó a su comité ejecutivo y a sus principales colaboradores para analizar la situación.
-¿Qué hacemos? – preguntó a sus compañeros.
Su sobrino, joven, impetuoso, hizo la primera sugerencia:
-¡Una revolución!
Don Fidel se llevó el puro a la boca y soltó la bocanada.
Sereno, comentó:
-Para hacer una revolución se requieren armas y dinero para comprarlas.
Enseguida preguntó al tesorero:
-¿Cuánto dinero tenemos?
El tesorero le dio una cifra que evidentemente era raquítica para una acción de esa naturaleza.
Los cetemistas optaron por organizar una marcha silenciosa.
Arturo Zárate Vite
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