Les voy a platicar sobre un héroe que por arte de magia liberal fue borrado de los capítulos escritos

 en el glorioso pero efímero Cinco de Mayo.
A mediados del siglo XIX, México vivía una crisis terrible por el conflicto entre los partidos liberales y conservadores (cierto, llevamos más de cien años tratando al país como despojo), el gobierno de Juárez estaba hasta el cuello de deudas: Francia, que traía ganas de meterse a nuestra parcela americana, Inglaterra y España decidieron no cobrarle al país a punta de bayoneta.
Tropas de la Legión Extranjera de Francia encabezados por el general Laurence invadieron Veracruz en 1862, 6 mil veteranos de guerra se paseaban por los portales jarochos. Al general Ignacio Zaragoza se le dio la orden de pararnos es seco, Zaragoza, comandante del Ejército de Oriente decide que sea Puebla el sitio para adelantarles su 10 de mayo a los franchutes.
Después de varios días de pelea, los franceses rodean Puebla y sus fuertes; para mala suerte Zaragoza se enferma, pero dentro de sus generales estaba un joven con sangre Mixteca, uno recién ascendido a brigadier, un tal Porfirio.
Porfirio Díaz Mori, un hombre rebelde, poco sumiso a los superiores, y nada se tardó en confirmar ese espíritu oaxaqueño de rebeldía. Estando postrado en su lecho, el general Zaragoza le ordena a Díaz no atacar a los franceses, pero Díaz, fiel a su sangre, decide irse con todo y darle de frente a los invasores, fueron varios días de asedio nacional hasta que por fin, el joven Porfirio rompe el cerco.
Entonces, sumando a la caballería del general Antonio Álvarez le dan persecución a los extranjeros hasta la hacienda de San José, obligándoles a reconocer su derrota y enviándolos hasta Orizaba.
Porfirio Díaz tenía 32 años, dejó varios textos, cartas enviadas a su hermana Nicolasa, en donde da cuenta del cómo les dio hasta por debajo de la lengua a los europeos, provocándoles la única derrota al entonces mejor ejército del mundo.
En el parte de guerra del general Zaragoza que le envía a el presidente Juárez hace mención de la bravura y temple mostrado por su paisano el general Porfirio Díaz, claro, un detalle que fue sepultado por las manos de historiadores oficialistas. Y el resto ya lo sabemos, Don Porfis termina llevando sus huesos al Ypiranga rumbo a Francia por haberse peleado con los petroleros gringos y creer que con su renuncia evitaría un baño de sangre, pero no. La Revolución Mexicana entró enmedio de un baño de sangre.
Así las cosas con uno de los mexicanos más grandes y más incomprendidos de todos los tiempos, uno que sí tomó las armas, que defendió a su país, uno que transformó a un país que se movía en mulas a uno de ferrocarriles. Y que tuvo como único pecado el haberse hecho viejo, como si eso fuese pecado.