50 mil muertos son muchos, el crespón negro debería colgarse en el zócalo, en esta guerra se está perdiendo a mexicanos muy valiosos, todos inocentes, todos víctimas. Ninguna justificación sobre el previo estado de salud de los que fallecieron merece la sutil atenuante del gobierno de que: "muchos ya estaban enfermos”. 

 Ningún análisis político y ningún debate se acerca a la brutal condición de país-cementerio en el que nos convertimos, anestesiados desde nuestro propio mundo de preocupaciones es que masticamos la tragedia como goma de caucho.

Estos 50 mil muertos se dieron, no porqué se tratase de un plan malévolo de la 4T, sino de algo peor, por colocar por encima, el culto a la personalidad de un mandatario que desde el inicio de esta obra de terror se dispuso a ignorarla, a enviar la única señal que no debía: de que el covid-19 no era peligroso, que sus datos no advertían de que se tratase de lo que hoy enluta a miles de familias mexicanas.

Si una imagen representa esto, es a un presidente sin cubrebocas, afianzando el mensaje entre sus fieles y de los que se aferran al milagro de que "no pasa nada, por qué lo digo yo". Un hábil político que posee una galería de recursos pirotécnicos, pero qué ahora ni la tómbola del avión le está funcionando.

50 mil muertos y las sirenas no se callan, no hay silencio, nos siguen advirtiendo que el terremoto covidiano aún no se detiene y así llegará diciembre, con el peor pronóstico para todos: ¡cien mil muertos! y no lo digo yo, lo dicen los algoritmos matemáticos de especialistas de la UNAM, ya lo pusieron sobre la mesa, por ello he sostenido que de nada vale el que pidan la cabeza de López Gattel, de nada vale el que todo el gabinete sea cambiado, de nada vale que algunos gobernadores se enfrente a las gráficas de las mañaneras, de nada valen los 50 mil muertos, si el único retrato que se tatuó en el imaginario es la de un jefe de estado que no ha escuchado a otra voz que no sea la suya.

El país lleva mucho tiempo contando cadáveres, sean de entre el crimen organizado, sean de víctimas de delitos. Pero esa variante de que en menos de seis meses nos arrebaten a nuestros padres, abuelos, hermanos, hijos, esposas, amigos, que debamos llorar a los que al principio de año abrazábamos y que ahora ni siquiera pudimos despedirlos, y todo por qué no estuvimos a la altura de una crisis que se advirtió con toda oportunidad.

Perdóneme usted, pero estos 50 mil y los que faltan, serán recordados como los muertos de la 4T. Ahorita podrá no gustarles, pero ese título ya se lo ganaron.

No es regaño… ¡Es picotazo político!