La realidad no sabe de Covid, eso "muerde", lastima el peso de las necesidades, de no saber de ayunos y tener que enfrentarse al reclamo por llevar alimento a las mesas. 

 He estado en mi tierra Chiapas, como muchos rincones del país son el laboratorio de la tristeza y de la brutal deuda que se tiene con los más pobres, la miseria no sabe de enfermedades que indican “guardarse”, no nos engañemos millones de mexicanos decidieron salir a correr el riesgo del contagio frente a la necesidad de tener que comer, así he podido comprobar que el hambre y la urgencia por tener 50 o 100 pesitos empuja a muchos a un salto suicida, salir a las calles o playas para vender sus productos , es penoso observar de cerca que esos mexicanos no tienen realmente quien los auxilie campesinos, jornaleros, pescadores, vendedores de recuerditos, prestadores de servicios turísticos, millones de seres que se infectaron o enterraron a algún familiar.

Se trata de ese otro ejército invisible, alejados por los kilómetros de una zona centro del país, ajenos a la voluntad de aquellos otros políticos que desprecian a estos muertos vivientes de un México que le falta ser oficialmente un camposanto, duele tener contacto con una durísima realidad de esos seres humanos que no sabe de viajes, autos propios, ropa nueva, un fin de semana en el cine; padres de familia resignados a que sus hijos vivan condenados a respirar el mismo aire de desesperanza y frustración.
Ahoga el corazón mirar de cerca como esos jóvenes deciden reclutarse con los que si pagan bien, con los narco, duele ver cómo gobiernos van y vienen, la sencilla historia de desgracias de estos seres humanos no cambia.

Aquí no va eso del “quédense en casa" Sencillamente no cabe ante los estómagos Vacíos, Pobres de Entre los Pobres, olvidados De Una supuesta revolución Que los habria de sacar de su Condición de parias, los resignados de siempre, de limosneros electorales.

Ser testigo de una rebanada muy grande del pastel social en el que se les ha arrojado debería ser materia de mayores debates, de verdaderos programas de auxilio, cambio de estrategias para que por vías urgentes se rescate a todas esas generaciones de niños y jóvenes engrilletados a una condición de inexistencia, de nula atencion.

Esos pobres han sido tratados como infantes, como animales, citando al presidente quien en su momento así los etiquetató. A los políticos mexicanos deberían caersele la cara de vergüenza ante el desastre humano que representan damnificados de años de políticas de engaño y fraudes, incluyendo la administración actual.

Nada ha cambiado en dos siglos, la bolsa de miseria toca siempre a una gran mayoría de mexicanos, la riqueza solo bendice a unos pocos y estamos tan habituado a ello que vemos como parte del paisaje a familias enteras sobreviven con lo básico.

Somos una sociedad "domesticada" en eso de las clases sociales, tanto que no nos insulta la necesidad de otros y ello no puede continuar, si bien es cierto, la pandemia ha golpeado a todos, son más los que no solo han recibido la bestialidad del choque sino que la parafernalia de un gobierno que llego bajo la promesa de cambiar esa situación se ha colocado como el fraude más grande que se tenga memoria.

¿Quién o de qué manera se rescatará a esos mexicanos? Perdóneme usted, pero no podemos ser indiferentes ante un holocausto de esta magnitud, una que combina la ancestral pobreza con una pandemia que deja sin recursos, ni salidas a millones, ¿dónde queda maldita sea la empatia?

No es regaño, es Picotazo Político

Miguel Ángel López Farías
Historiador. Director y conductor del programa radiofónico 'Urbe de Hierro', transmitido por ABC Radio 760 AM.
Vicepresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT).
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