Hay un payaso que se va y que no entiende que su gobierno terminó, que la infinita arrogancia y terquedad sin sentido lo condujeron a una derrota de la cual difícilmente se repondrá,

 dadas sus características egocéntricas. Una enfermiza vocación por negarse a ver la realidad, sus gobernados le venían cantando un nivel de fastidio, se venía reflejando en una poderosa corriente de opinión que todos los días lo señalaban como lo que es: un loco que a base de mentiras y difamaciones se hizo de la presidencia de su país. 


Peleado hasta con los que en algún momento le apoyaron; las renuncias no se hicieron esperar, se fue quedando solo; por distintos frentes se le acusó de haber perdido la razón, incapaz de despegar los ojos de lo que considero los medios infalibles de comunicación, al grado de atacarlos o acusarlos de ser sus enemigos fue sembrando discordia, enojo. Eso sí, un hombre afecto a los productos milagro de las redes sociales, sus textos en Twitter pasarán a la historia como la colección más grande de falsedades, amenazas, peligroso para su territorio, así como para el resto de las naciones. 


Él solito se encargó de que el mundo le perdiera respeto; grandes líderes se negaron a darle la mano, otros dejaron de creer en sus advertencias pues lo consideran un desquiciado más de las torcidas páginas de los fenómenos sociales y políticos. 


Él ya no tiene algo qué hacer en la casa desde donde gobierna, se acabó su loca carrera por la presidencia, llevaba varios años levantando la mano ejerciendo la descarnada crítica hacia los presidentes en turno. 

El fastidio de los ciudadanos en contra de los mismos modelos de mandato, porque gracias a una efectiva campaña de ocurrencias, de promesas inalcanzables, distintas voces serias, personalidades con peso, hasta dentro de su círculo le han dicho que todo acabó, que debería aprender que ya no hay camino, veladamente como resultado de haber dilapado muy rápido su gobierno, haberlo arrojado al basurero de la historia, pero él quien no conoce otra voz más que la suya insiste en elevar su permanencia hasta rayar en el ridículo, penoso ejemplo de las distorsiones del poder, como veneno en la mente y como droga para quienes no nacieron más que para perder.

El loco no se quiere ir, pero lo tendrá que hacer, con cincel en la puerta o los que cuidan, lo sacarán de su palacio mental. 


La gran potencia no puede darse el lujo de continuar con un espectáculo grotesco y denigrante para su orgullo histórico, terminó su función, uno que será recordado por lo burlesca, antipática, por haber querido implementar un modelo absolutista del poder. Pobre personaje, para alivio de la mayoría, él ya se va, dejando una nación que tiene rencor, se divide; llegará alguien que muestra una mano distinta, con experiencia, un político realmente profesional, alejado del populismo, plantado hacia la reconciliación, por el tejido de una mejor sociedad. 

El desquiciado se irá, la Casa Blanca dejará de ser un cuarto de juegos del megalomaniáco Donald Trump, pobre ser que de manera ridícula insiste en que si y únicamente saldrá con sus cosas, si el Colegio Electoral da el triunfo a Joe Biden. 

Eso si, sin dejar de arrojar escupitajos, maldiciones y advirtiendo que su derrota se debió a un monumental fraude. Pobre loco. 


No es regaño, es Picotazo Político


Miguel Ángel López Farías 

Historiador. Director y conductor del programa radiofónico 'Urbe de Hierro', transmitido por ABC Radio 760 AM de 4 a 5pm. 

Vicepresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT).

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