La manipulación es el arte de sembrar la mentira, de injertarla en el otro, de nulificar su inteligencia y su voluntad, de obligarlo a través del engaño, la adulación, la falsedad, el miedo, la 

 hipocresía o el enmascaramiento, a reconocerla como "verdad". Se trata de una estrategia despersonalizante que busca cosificarnos, suprimir nuestro razonamiento y albedrío para poseernos, dominarnos, manejarnos a capricho del manipulador. Es un lenguaje que nos rebaja, que nos desmerece, que nos sitúa en un plano inferior; el de los objetos manejables, inermes, poseíbles y moldeables; es abyección transformada en discurso pues supone deshumanizarnos, arrebatarnos la capacidad de decisión, aniquilar nuestro empeño y reducirnos a la condición de "objeto". Esta falaz herramienta, esta trampa encubierta y deleznable, esta reprobable táctica para evitar que se desarrolle la dinámica interna de la libertad ajena, ha sido el sello, la marca distintiva, la mácula inocultable de la política Obradorista: retorcida y ventajista, cínica y abusiva, montada siempre a lomos de la manipulación ideológica, de la demagogia deslengüada, de la impudencia obscena. Pero, ¿por qué revestir con la infamia de la manipulación su "inmaculado proyecto", su autoproclamada "superioridad moral", su declarado "interés por los pobres y los oprimidos", su "combate a la corrupción y a los vicios del pasado"? ¿No serían tales empresas suficientes en sí mismas para mostrarlas desde su "verdad", desde la claridad de las acciones, la nitidez de los resultados o la contundencia de los cambios? Miente el que pretende someter, amenguar la crítica, desarticular la reflexión, esconder sus ambiciones de dominio y poder, el que intenta transformar a sus gobernados en una masa sumisa, obediente e irreflexiva, que asuma como actos de descalificación política las numerosas acusaciones de violación en torno a un candidato a Gobernador; que acepte que un bodegón construido en un lote baldío, descalificado apenas por el Centro de Investigación y Desarrollo en Aviación Mitre del Instituto de Tecnología de Massachusetts, sin apoyo de la inversión privada, cuatro veces más pequeño que Texcoco, sin posibilidades reales de aeronavegabilidad simultánea con la terminal Benito Juárez y la de Toluca, es un aeropuerto "único en el mundo", cuando sólo transportará anualmente (en su etapa máxima) 32 millones de pasajeros al año (contra los 125 millones del cancelado NAICM); que crea que las acciones criminales e irresponsables en el manejo de la pandemia, que le han costado la vida (en la mendacidad de las cifras oficiales) a casi 176,000 personas y que la falta de previsión y el abandono de millones de mexicanos, se pueden saldar con la vacuna "Patria", fabricada en las rodillas de la megalomanía y del delirio; que crea que su régimen asistencialista que instrumentaliza la necesidad, el resentimiento y la desigualdad al servicio de su proyecto personal, que infantiliza a la población, que niega al individuo, que lo priva de la dignidad que confiere el trabajo y la participación productiva, es un dechado de altruismo y de generosidad inobjetable.

Adolf Hitler comprendía a ciencia cierta los alcances de la propaganda y la necesidad de ajustar cada frase, de camuflarla, de cubrirla con el oropel del discurso seductor, de la frase convincente. Así, podemos leer en Mein Kampf: "Toda acción de propaganda tiene que ser necesariamente popular y adaptar su nivel intelectual a la capacidad receptiva del más limitado de aquellos a los cuales está destinada". [...] La capacidad de asimilación de la gran masa es sumamente limitada y no menos pequeña su facultad de comprensión, en cambio es enorme su falta de memoria. Teniendo en cuenta estos antecedentes, toda propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del pueblo pueda formarse una idea de aquello que se persigue. En el momento en que la propaganda sacrifique ese principio o quiera hacerse múltiple, quedará debilitada su eficacia por la sencilla razón de que la masa no es capaz de retener ni asimilar todo lo que se le ofrece. Y con esto sufre detrimento el éxito, para acabar a la larga por ser completamente nulo"

Pero esa utopía propagandística, esa Alemania racialmente pura y superior, mitificada por el flamante ministro de propaganda Joseph Goebbels, que hizo creer a la gente a través de sus mensajes radiados que el triunfo era aún posible, cuando la derrota a manos de los aliados y del ejército rojo era inminente, que llamó a los ciudadanos a una guerra total y a "soportar valientemente la batalla para alcanzar la grandeza", que convenció a todo una nación de que los judíos eran los culpables de los problemas económicos y morales de Alemania, lo que condujo al peor genocidio de la historia, llevó también a su pueblo a la muerte y al desastre.

Por fortuna señor Obrador, diría Sófocles: "Una mentira nunca vive para ser vieja"

Dr. Javier González Maciel
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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina