Nadie sabe dar cuenta a ciencia cierta donde se originó el famoso personaje conocido como Perogrullo, Pedrogrullo o Pedro Grullo; hay quienes lo identifican como un peculiar profeta, citado por un escritor satírico del siglo XV conocido como

"Evangelista". Otros más creen haberlo reconocido en un individuo llamado Petro Grillo que aparece en dos escrituras del siglo XIII en la provincia española de Palencia, o en el pastor Perogrullo que aparece hacia 1554 en la "Farsa en loor del nascimiento de Jesu Christo" de Fernando Díaz. Algunos, finalmente, ponen en tela de juicio su existencia histórica. ¡Da igual! Lo traigo a cuento como el responsable señalado de esas frases necias, de esas ocurrencias estúpidas, de esas aseveraciones que por inútiles y ridículas, por su obviedad y su simpleza, son un dispendio de trivialidad, un derroche tautológico, un gasto innecesario de idiotez y banalidad: La perogrullada. Afirmación superflua, redundante e intrascendente con la que se llenaba la boca el mismísimo Pero Grullo, que "a la mano cerrada llamaba puño". Bien supo dar cuenta de semejantes barbaridades la barroca pluma del inmortal Quevedo: 

Volárase con las plumas,

andárase con los piés;

serán seis dos veces tres,                                                                                                                                           

por muy mal que hagas la suma.

Pero si tales truismos que por su naturaleza hilarante y ocurrente son aquí un mero divertimento del lenguaje nos resultan chocantes por su obviedad y simpleza, ¿qué cabría esperar al añadirles  una dosis ingente de estupidez, politiquería, ignorancia, manipulación, odio, revanchismo, falsedad y mentira? Algo aberrante sin duda, alguna ocurrencia impresentable que no valdría la pena pronunciar siquiera, pero que nos costará a los mexicanos 528 millones de pesos (como si este país no estuviera cayéndose a pedazos por la ineptitud supina de nuestro inquilino de Palacio): Me refiero a la consulta popular, a ese capricho manipulativo e inútil con el que nuestro titiritero, nuestro censor mañanero, nuestro poeta del insulto y la denostación, nuestro organizador profesional de rifas y subastas, nuestro "gasero" del bienestar, nuestro gran presidente de lo inútil y lo superfluo, pretende ocultar su fracaso y su naufragio. A solo quince días del ejercicio, los expertos no logran descifrar el significado, las implicaciones, los alcances o las consecuencias de la ridícula perogrullada, del galimatías indescifrable que involucra la pregunta que se les formulará a quienes acudan al llamado de nuestro Mesías bananero: 

¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?

Tal engendro de imprecisión y nebulosidad, tal adefesio indescifrable y ambiguo; incomprensible por su alcances y oscuro por sus implicaciones, parece más una perogrullada que una pregunta seria planteada por la Suprema Corte. ¿Debemos indagar en la verdad para entender lo que realmente sucedió? ¿Debemos recurrir a la Constitución y observar las leyes para juzgar en consecuencia las acciones de quienes las quebrantan? ¿Debemos hacerle justicia a quien haya sido injustamente agraviado? 

No es de extrañar que algunas organizaciones como "Justicia Transicional MX" y "Elementa DDHH", hayan presentado ya ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación una solicitud formal de Aclaración de Sentencia para que el máximo tribunal esclarezca los efectos de este "ejercicio democrático". 

Pero tras meses de taladrar a la Nación entera mañana tras mañana con este ejercicio vano (inútil en tanto esclarecer la verdad de lo sucedido en el ámbito de la política o en cualquier otra dimensión del quehacer humano, o garantizar la justicia y el respeto a los derechos de cualquier persona, debe considerarse una obligación elemental del hombre y de la sociedad -con o sin consulta, con o sin la venia del pueblo-) que nuestro inquilino de Palacio aun intenta presentar como una consulta para aprobar un juicio a los ex-presidentes, anuncia al fin que no participará. 

¿Habrá el día que presenciemos algún acierto, alguna acción sustancial y congruente para sacar al país de la ruina, para mitigar la pobreza y combatir la violencia, para fomentar la educación y desterrar la ignorancia, para hacer de esta Nación un lugar más rico y próspero? 

Lo dudo mi señor, mi Don Andrés de Perogrullo, que por sentarse en su cabeza ahora piensa con... cuidado. 

Dr. Javier González Maciel 

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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina