Marcadas por la vulnerabilidad, las expectativas de cambio y las carencias sociales; empantanadas en la ignorancia, la pobreza, la falta de oportunidades

y el inmovilismo social, las sociedades latinoamericanas han sido presa fácil de la demagogia, el adoctrinamiento y la manipulación. Los fanatismos ideológicos y la polarización inducida por el extenso abanico de liderazgos populistas, que como una plaga se extienden por la región, han conducido a una dimensión aún más preocupante y radical, aún más desestructurante e irracional: El fenómeno de la "secta" en el ámbito sociopolítico. Un marco carencial y de fragilidad extrema, aunado a la crisis y a la enorme insatisfacción y frustración que durante décadas han generado en nuestro país los modelos político-económicos tradicionales, han abonado el terreno para que amplios sectores de la población (particularmente los más desprotegidos y los más profundamente lesionados por las desigualdades sociales), sucumban a la demagogia, a la manipulación psíquica y emocional de un líder carismático y oportunista, y a un inagotable torrente de promesas fatuas que, aunque demagógicas e irrealizables, encajan a la perfección con las aspiraciones, las necesidades, los intereses y la mentalidad de los prosélitos. La vinculación entre el líder y sus adeptos, trasciende el plano del convencimiento racional para anclarse en la dependencia y en la sumisión incondicional, a cambio de esa sensación de "bienestar" y de "pertenencia" que proporciona la afiliación. Así, el sujeto sectadependiente, empeña su autonomía en favor de su líder, cuya retórica y sistema personal de creencias, reducen la ansiedad y confieren "estabilidad", esperanzas y estructura interna a quienes necesitan "creer", aunque en ello les vaya su libertad de pensamiento. Pronto, el entramado entero de dogmas, expresiones, filias y fobias, eslóganes y premisas doctrinarias emanadas de un líder (por lo general autoritario, intolerante, narcisista e inescrupuloso), que se arroga un papel redentor y una misión transformadora, se injertará por completo en las "venas" de la secta, hasta dejarla convencida de su "naturaleza infalible" y de su omnisciencia inapelable (aunque posea la estructura de un perfecto imbécil). El paternalismo "benevolente", el estatus de superioridad que la secta suele conferir a sus adeptos, la simplicidad, el reduccionismo y la rusticidad de sus planteamientos ideológicos, la lógica dual y maniquea que orilla a una visión de "todo o nada", el manejo absoluto de los medios y de la información, el control mismo del tiempo (que permite reiterar el mensaje hora tras hora y mañanera tras mañanera), el empleo sistemático de un código comunicacional plagado de prejuicios y de descalificaciones doctrinarias (donde desfilan los "prianistas", los neoliberales, la "oligarquía", los "aspiracionistas", los "machuchones" , los "golpistas", los enemigos del pueblo y los "chayoteros"), y la denigración sistematizada de los disidentes, serán los ingredientes obligados que completen la fórmula de la "adictiva droga", de la destructiva dependencia sectaria que se adueñará de la voluntad y del juicio crítico de sus incautos consumidores. Diluido en el sectadependiente el filtro crítico y el análisis racional de la realidad circundante, el líder puede mentir, presentar lo "negro" como "blanco", hacer de sus estúpidas y superficiales ocurrencias un "Proyecto de Nación": Transformará su inacción, su ineptitud, su indolencia y su carencia de ideas para el combate del crimen y la violencia, en una "acertada y eficaz" política gubernamental de "abrazos sin balazos" (aunque la sangre derramada inunde nuestras calles y los muertos se cuenten por millares, "no serán los mismos muertos, porque "no somos iguales"). La ceguera sectaria convencerá a los adeptos de que un barracón improvisado es un aeropuerto de talla mundial, de que un subsidio miserable y electorero, disociado de los verdaderos cambios estructurales en materia de educación, salud y seguridad, será capaz de terminar con la espiral de la pobreza y la marginación, o de que un monólogo diario de idioteces y ocurrencias, difundido hasta el hartazgo en cadena nacional, es una forma nueva de liderazgo y de gobierno.

¡Bienvenidos todos a la secta de la ignorancia!

Dr. Javier González Maciel

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Estudios universitarios en Psicología, Médico Cirujano, Especialista en Cardiología, alta especialidad en Cardiología Intervencionista en Madrid España, titular de posgrado en Cardiología clínica, miembro de la Sociedad Española de Cardiología, profesor universitario, director médico en la industria del seguro de personas y conferencista para América Latina

 

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