Sin lugar a dudas tenemos un Presidente de la Republica que raya en el ridículo cada vez que pretende convertirse en mártir. Quizá es que se le ha terminado esa inventiva personal

 que lo posicionó entre la gente de escasos recursos, esos a los que les vendió una esperanza inalcanzable, y que ha cambio de ello los ha utilizado para capitalizar sus más recónditas ambiciones. Y es que esa imaginación política que lo llevó a alturas insospechadas pareciera haberse agotado, y ahora no alcanza a entender lo que está ocurriendo con sus constantes dislates, y eso lo coloca en su verdadera dimensión: un megalómano de la política, es decir, una persona que se comporta como si tuviera una experiencia y conocimiento amplio de lo que es el ejercicio político, pero que al final no deja de ser un simple y burdo engañife o engañabobos.

Ahora salió con la barrabasada que el pueblo le había hecho llegar un documento que contenía una estrategia para la estructuración de un complot con la que sus adversarios planeaban derrocarlo, y seguramente pensó que los mexicanos se volcarían en su defensa y que en masa acudirían a resguardar las instalaciones de Palacio Nacional para evitar que le hicieran o le causarán algún daño. No sé qué haya pasado por su desaliñada cabeza, pero creo que la senilidad le ha llegado de forma irreversible.

Y no lo digo con el ánimo de denostar a quien mal conduce los destinos de este país, porque aquel hombre que cuidaba las formas y mantenía una disciplina cuasi militarista para evitar caer en las constantes trampas y complots que presuntamente le tendían sus adversarios políticos, ha venido mostrando constantes olvidos que evidencian el deterioro de sus facultades cognitivas, y lo peor es que nunca ha permitido que esas debilidades de la edad sean suplidas por un proyecto serio de comunicación en el que deje de improvisar.

Claro está que tampoco ayuda la capacidad profesional y el poco conocimiento de quién conduce la Comunicación Social desde Palacio Nacional, ese sujeto que se piensa indispensable y que evidenció su estupidez con su detestable forma de tratar de convertir a una empresa de comunicación en cómplice de una vulgar patraña para encubrir las intenciones de posicionar al Presidente de la Republica como un mártir. Si pensaron que El Universal, empresa seria y uno de los iconos del periodismo mexicano, mantendría en secreto la visita con la que pidieron participar en un engaño al pueblo de México, se equivocaron.

La estupidez que cometió el personero de la Presidencia de la Republica tratando de que El Universal publicará la estructuración de un presunto complot contra el Presidente de la Republica, y con ello marcara distancia de los presuntos participantes, fue lo peor que pudieron haber hecho, porque si algo se conoce de la ética impuesta por Juan Francisco Ealy Ortiz ha sido su compromiso por la verdad. Simplemente le dijeron que no. Después vendría la estupidez presidencial al señalar que el pueblo le había hecho llegar un plan para debilitarlo, sin saber que el propio Universal haría del conocimiento público la intentona de convertirlos en cómplices, lo que lo retrata en su exacta dimensión.

Desestabilizador, mentiroso, embustero, hipócrita mitómano, irresponsable, falso, mendaz, corrupto, rapaz, y muchos otros epítetos más podrían insertarse para calificar la actitud Presidencial. Seguramente mucho le costará este episodio en el que pretendió seguir culpando a sus adversarios de sus propias ineficiencias. Lo peor de todo es que los mexicanos entenderán en toda su dimensión la clase de sujeto que eligieron y el Movimiento de Regeneración Nacional seguirá irremediablemente a la baja. Lo previsible es la estructuración de una gran alianza para ganar el Congreso en la elección intermedia, y después la revocación del mandato. Tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe. Lopez Obrador comenzó exitosamente la construcción de la alianza que le quitara la Presidencia de la Republica. Al tiempo.

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