Uno de los grandes pensadores de este país, Don Jesus Reyes Heroles, señalaba que: “"La Política es el arte de las Relaciones Humanas. Y la Armonía Política uno de sus más caros Valores”,

 y tenía mucho de razón en función de que el ejercicio político no es más que una amalgama de voluntades para alcanzar ideales, metas, y estructurar proyectos en los que cada parte haga su trabajo para conjuntar esfuerzos en la búsqueda de un destino común.

De ahí la decisión de los principales liderazgos tricolores de todo el país para otorgar a las minorías la oportunidad de la representación ciudadana, lo que permitió ampliar el debate de nuestro destino como nación y la conjunción de intereses para transitar a un sistema de equilibrios en la representación popular, además de diseñar el camino en el que se conjugarían esos proyectos y la posibilidad de convertirlos en realidad. El problema de estos tiempos, es que eso que llamamos política por el momento no existe, porque quien ahora gobierna el país no tiene esa voluntad, aunque toda su vida de activista haya repetido muchas veces que era un demócrata.

Hoy la realidad lo pinta tan cual ha sido toda su vida. La voluntad unipersonal de quién por ahora detenta el Ejecutivo, durante su activismo por todos los rincones del país por más de dieciocho años, no ha sido más que una mascarada, porque la triste realidad indica que estamos frente a un mandatario que como nunca nadie ha concentrado en su persona no tan solo las decisiones propias del Ejecutivo Federal, sino el Poder de todo el Estado Mexicano. No tan solo domina el Legislativo, el problema es que sus actos para presionar a los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación muestran su autoritario rostro.

Ni que decir de los órganos autónomos, porque han sufrido brutales embates para controlar esa autónoma que los propios ciudadanos construimos con la premisa de evitar imposiciones y excesos en la toma de decisiones desde el poder público. Mientras panistas y tricolores mantuvieron el respeto para órganos en los que los ciudadanos fueron elegidos para su integración, el cariz autoritario de Andrés Manuel López lo muestra en toda su dimensión de manera similar a esos dictadores de países bananeros que están ejerciendo gobiernos populistas, y cuya mayor hazaña no es más que el empobrecimiento de la población para hacerlos depender de las dádivas gubernamentales.

Hay un decirlo con todas sus letras, si bien algunos gobiernos anteriores se enseñorearon en la fabricación de grupos que concentraban el poder económico, las oportunidades de progreso en la iniciativa privada eran la constante, y por desgracia hoy no hay quienes quieran invertir en México, y la fuga de capitales ha sido la mejor muestra de quienes cuentan con algunas de las forma de la riqueza, para alejarse de las tentaciones de un gobernante populista que hasta ahora tiene el orgullo de haber roto el récord de la desaparición de empleos en menos de año y medio, y aunque no lo quiera abordar por conveniencia política, la fuga de capitales ha sido brutal.

Ante esta circunstancia, Andrés Manuel López Obrador ha tenido que hacer recortes en todas las dependencias por la grave caída del Producto Interno Bruto, resultado del fracaso de su estrategia económica. Si a ello sumamos los saldos de la Pandemia del Coronavirus, el futuro inmediato se torna con negros presagios porque si la fabricación de pobres es parte de su proyecto, todos los mexicanos padeceremos la brutal miseria que campeara en todos los rincones de este atribulado país. La única esperanza que podemos tener es que en la elección intermedia se conjunte una gran alianza para hacer mayoría en el Congreso, porque de lo contrario estaríamos ante la eventualidad inmediata de la dictadura. Lo único que puede salvar a México es la política, y está en manos de las minorías y la Sociedad Civil Organizada. Al tiempo.

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