En cualquier parte de este país, quienes se dedican a la política, al ejercicio público, las tareas gubernamentales, o a regir el destino de una sociedad,

 lo hacen como una forma de obtener ocupación fácil y bien pagada, de detentar una cuota de poder, o bien de ascender hasta la toma de decisiones para hacerse de un peculio de comodidad para los años finales. A menudo los políticos tienden a los excesos cuando detentan una cuota de poder. Pero en la mayor parte de las veces esos excesos conducen al deterioro de las relaciones en una sociedad disímbola como la que hasta ahora hemos construido en este país.

Hacer un balance entre lo bueno y lo malo de nuestros gobernantes es fácil cuando de mostrar simpatías o antipatías se trata, pero son muy pocos quienes acuciosamente revisan el acontecer público en el que se da la toma de decisiones, y esto implica no tan solo una mediana capacidad de análisis entre lo que se hace y lo que se obtiene, que al final de cuentas está circunstancia no es otra cosa que la rendición de cuentas, esa etapa a la que todos los hombres y mujeres públicos temen porque en este país nos acostumbramos a conformarnos con lo que nos decían.

Hasta ahora el sistema político mexicano estuvo plagado de episodios en los que los hombres y mujeres que lograban insertarse en los esquemas gubernativos se acostumbraron a la riqueza fácil, a la buena vida, a los lujos, y a que nadie osara reclamarles su indigno proceder. El problema es que si algo podemos decir de Andrés Manuel López Obrador es que hasta ahora en su vida solamente ha trabajado entre siete y ocho años, es decir cinco en el Gobierno de la Ciudad Mexico, y lo que lleva al frente del país.

Pero también hay que resaltar que solamente le bastaron quince años para terminar su carrera en la Facultad de Economía y graduarse, pero aunque hasta ahora sigue señalando que no es corrupto, encabezó uno de los hurtos más grandes que se recuerdan en la historia de este país, operado por el ahora Coordinador Parlamentario de los diputados del Movimiento de Regeneración Nacional, Mario Delgado, encargado de los trabajos de la Línea 12 del Metro, que se presupuestó en diecisiete mil millones de pesos, y terminó en cincuenta y cuatro mil millones, con un desfalco superior a los treinta y cuatro mil millones de pesos.

Pero también podemos hablar del caso de los segundos pisos, de los que nunca supimos cuanto nos costaron porque se encripto la información, y cuyo constructor es ahora uno de los hombres más cercanos al ocupante de Palacio Nacional. José Maria Rioboo es el afamado creador y constructor de esa obra, una de las más grandes y cuantiosas que se hicieron durante la administración del señor Lopez Obrador en la CDMX, y a la fecha no sabemos el monto del dinero que se invirtió porque no existe información publica del hecho, y ya sabemos que cuando algo se oculta es porque no se quiere que los ciudadanos comiencen a realizar valoraciones y epitetar de corruptos y ladrones a los protagonistas.

La egolatría de Lopez Obrador es infinita. Y pese a ese oscuro pasado de corrupcion que tiene se sigue creyendo el más prístino de los hombres de este país. Su principal atributo es ese cinismo que emplea para mantener la llama de la supuesta honestidad que lo distingue de los demás, cuando hasta ahora ha mostrado y demostrado que es uno de los mayores asaltantes de la historia patria. Baste un solo ejemplo para valorar su extraviada percepción de lo bueno y lo malo. Mientras niega apoyos a amplios sectores sociales que han entrado a los índices de pobreza por causa de su impericia gubernamental, entrega ciento cincuenta millones de préstamo a Epigmenio Ibarra, otro de sus cómplices. Préstamo que además nunca pagará, porque "amor con amor se paga". Mendiga bola de sátrapas y cínicos. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.


Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con 50 años de experiencia en el periodismo