El sábado pasado fui testigo de uno de los actos más lamentables y deleznables que puede cometer un gobierno que

contrata a verdaderos sicarios como policías. Y me refiero a la policía Municipal de Cancún, así de simple. No pretendo señalar que todos los elementos de las corporaciones asuman la misma conducta, pero como periodista no puedo dejar pasar una circunstancia que lamentablemente viví y padecí en carne propia.

Los hechos ocurrieron en la terminal de autobuses cuando me trasladé desde Chetumal para acudir a una plática con una empresa de medios de comunicación. En la terminal de Cancún presuntos elementos policiales comenzaron a forcejear y a golpear a un muchacho de apariencia humilde, al que pretendían revisar la bolsa en la que llevaba sus pertenencias. Lo sujetaron de la forma más vil y lo golpearon sin razón, y ante la agresión no le quedó otro recurso que solicitar ayuda a gritos ya que le estaban sustrayendo el contenido de su mochila y lo mantuvieron maniatado mientras lo hacían de la forma más cínica, delante de todos los viajeros que azorados observaban la mendicidad de aquellos que le causaban daño al someterlo y golpearlo de la forma más vil.

Me acerqué y les grité que no lo golpearan, y les exigí que presentaran la orden de aprehensión o que me dijeran la causa de su detención. Ese fue el motivo para que iniciaran una brutal agresión a mi persona a través de golpes y señalándome que si me sentía muy valiente me llevarían a los separos. Con el mayor cinismo que he visto en los cuerpos policiales, dejaron de forcejear con el muchacho, quien aprovechó el momento para correr, y me sujetaron para golpearme y esposarme, y señalar a gritos que me iban a “entambar” y que no me la iba a acabar cuando llegara al “Torito”.

Efectivamente, los presuntos elementos policiales me llevaron como si fuera un peligroso delincuente hacia el centro de reclusión, esposado, y vertiendo amenazas de todo lo que me pasaría cuando estuviera en una de sus celdas. Cuando les señalé que era abogado de profesión y periodista, recibí por respuesta un golpe en la zona de los riñones que me hizo doblarme del dolor. Nunca antes viví un episodio en el que la mendicidad policial se ensañara con un periodista por el simple hecho de serlo, porque aún dentro de la unidad en la que me trasladaban continuaban los golpes, las amenazas, las vejaciones a mi profesión.

La muchacha que viajaba conmigo se trasladó de inmediato al Centro de Reclusión, mejor conocido como ““El Torito”, mientras yo seguía esposado y amenazado por esa caterva de imbéciles que me confinaron en una mazmorra y cada vez que pasaban por ahí se burlaban de mi “hazaña” como ellos mismos señalaban, y las consecuencias que tendría que padecer. La fémina pagó la multa que presuntamente me impusieron, pero le dijeron que tendría yo que estar confinado en una celda después de ser privado de mis vestimentas. Por desgracia viví en carne propia los excesos de sicarios contratados como elementos policiales para cometer actos deleznables ante los indefensos ciudadanos.

Desde esta tribuna pública hago un llamado a la Gobernadora Mara Lezama para que revise la preparación que tienen este tipo de elementos, que por trabajar en un cuerpo policial cometiendo excesos contra los ciudadanos se sienten superiores simplemente porque son policías. Tengo las pruebas de los golpes que me propinaron con una brutal saña simplemente por reclamar los derechos que tiene cualquier ciudadano. Y puedo mostrar las huellas porque tuve la precaución de retratar los daños por los golpes que me propinaron. ¿Estos son los elementos que nos protegen? Pobres quintanarroenses. Al tiempo.

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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación.