sinpunto

Cuando Enrique Peña Nieto y su equipo más cercano iniciaron el análisis del país después de la victoria, la realidad resultaba lacerante y ofensiva a la vez. Fue difícil entender lo que estaba pasando, pero más difícil fue encontrar el origen de esa brutal desigualdad producto de nuestra incapacidad para cambiar las cosas. La conclusión fue que el 45

% del Producto Interno Bruto se concentra en menos de doscientas mil personas, y el restante 55% en más de ciento diecinueve millones y medio de mexicanos. Esa es la cifra de nuestra desproporción y de nuestras disparidades. No es fácil entender porqué se nos acumulo la pobreza al paso de los años. Con los números del saldo negativo la empresa se antojaba imposible, pero el único camino que tiene un Presidente electo es tomar decisiones.

Definir el camino implicaba dos posibilidades: transitar en solitario o buscar el consenso de las otras fuerzas políticas. Por eso surgió la idea de proyectar un pacto en el que se privilegiará el interés del país y no el de los actores políticos, un ejercicio de ceder y conceder a cambio de caminar juntos. No fue una decisión sencilla después de tantos años de ejercicio puro del poder por parte del todavía partido hegemónico. La voluntad del Presidente de la Republica ya no podía continuar siendo el principal motor del régimen político. El presidencialismo mexicano tiene que acostumbrarse a compartir el poder. Por eso Peña Nieto puso manos a la obra mucho antes de su toma de protesta. Las reuniones resultaron intensas, pero se mantuvieron en secreto para evitar que fueran contaminadas por las facciones beligerantes y las falanges radicales de los grupos de poder. Gobernar México no es lo mismo que gobernar en el Estado de México.

Esta semana se votan las leyes secundarias de la Reforma Energética, y eso quiere decir que el proyecto del señor Peña Nieto toma forma antes de concluir el segundo año de su ejercicio. Ahora lo que sigue es impulsar las reformas para recomponer los procesos del crecimiento económico y detonar las inversiones nacional y extranjera en el campo de las telecomunicaciones y el energético. El tiempo comienza a correr en contra del Gobierno Federal, pero también hay que decir que se logró lo que desde hace cuarenta años se estaba buscando, y que para nuestra desgracia no había mayorías estables que garantizaran esa transformación legal.

Ya no existen los pretextos. Bien o mal ya tenemos las reformas que tantas veces escuchamos en el discurso de los gobernantes. Ahora tenemos que pasar del mundo de lo probable al mundo de nuestras realidades. Enrique Peña Nieto lo consiguió. No fue fácil, pero eso no quiere decir que por arte de magia ahora seremos ricos y terminaremos con las desigualdades. Pasarán años antes de que eso suceda, pero la economía será la que mayores beneficios entregará a los mexicanos. ¿Qué sigue? Incluir en los beneficios a todos. Esa será la mayor tarea de Enrique Peña Nieto, si es que hay beneficios. Al tiempo. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.