Nadie escarmienta en cabeza ajena, suele decirse. Es cierto. Por mucho tiempo, en sus fases de candidato, el hoy presidente López Obrador argumentó, no sin

razón, que su antecesor y antagonista político, Felipe Calderón, emprendió una guerra contra el crimen sin medir las consecuencias, a tontas y locas pues.

López Obrador dijo repetidas veces y de manera pública que Calderón lanzó una guerra contra el crimen “sin atender las causas que originan la inseguridad y la violencia, sin tener un conocimiento certero de lo que estaba sucediendo”.

En resumen, “fue darle un balazo al avispero a lo tonto”, dijo muchas veces –insisto- el hoy jefe del Ejecutivo mexicano. Muchos, incluido quien esto escribe, asentimos con el diagnóstico de López Obrador.

La cruenta guerra que inició Calderón en 2006 fue verdaderamente catastrófica para México. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) revelan que el número de muertes violentas entre 2007 y 2012, asociadas al combate al crimen, fue de 121 mil 683 víctimas fatales. La cifra, de índole oficial, es apenas un reflejo de la barbarie perpetrada en nombre de una política dictada por Calderón y que a todas luces resultó un fiasco sangriento.

Y sin embargo, nadie escarmienta en cabeza ajena. Hay un cisma hoy entre el diagnóstico del entonces candidato presidencial y la realidad del gobierno de López Obrador.

Vea.

La ciudad de Celaya, por ejemplo, enfrenta el caos y el horror como consecuencia de la operación a cargo de bandas del crimen organizado, que obligan al cierre de centenares de negocios como forma de mitigar amenazas y extorsiones. Allí ocurre de todo, secuestros, asesinatos, asaltos y ataques.

El flagelo del crimen recrudeció muy lamentablemente luego que el gobierno de López Obrador ordenó a principios de este año una ofensiva total contra el robo de combustible, o “huachicoleo”.

¿Qué pasó? Ante la embestida gubernamental, numerosas bandas criminales decidieron recular. Muy bien. Qué bueno, pero sólo en lo que toca al combate al “huachicoleo” y la contención de los daños gigantescos que esta actividad generaba –¿ya no?- al patrimonio nacional. Pero resultó peor para la población, que ahora resiente y sufre todos los días el cambio de giro de esas fuerzas criminales, enfocadas ahora en la extorsión, el secuestro y otras actividades criminales, que impactan de manera directa a las personas, a los ciudadanos del país.

Muy lamentable que los estrategas contra el crimen del gobierno no hayan prevenido el efecto, vamos a llamarlo “cucaracha”, que impacta de manera grave a la ciudadanía, al pueblo bueno y sabio, en cuyo nombre se gobierna.

En Celaya operan ahora el Cartel Jalisco Nueva Generación y el llamado Cartel Santa Rosa de Lima.

Por ello y hace pocas semanas, decenas de tortillerías bajaron la cortina luego que los criminales pretendían cobrar hasta 50.000 pesos mensuales a cambio de protección y/o inacción delictiva.

Las amenazas también alcanzan a grandes negocios, como la principal distribuidora de vehículos Ford en Celaya, que determinó el cierre de sus puertas luego de sufrir un ataque con metralletas por negarse a pagar la extorsión exigida.

Un grupo de gatilleros también abrió fuego contra una concesionaria de la firma John Deere, fabricante de maquinaria agrícola.

A esto se agrega que casi una veintena de agencias automotrices de Celaya dijo que se les pretende imponer un pago inicial de unos 400 mil pesos y otro mensual de unos 50 mil pesos para obtener protección.

Más todavía, el obispo de Celaya Benjamín Castillo dijo que sacerdotes de la ciudad también recibieron llamados telefónicos para exigirles dinero a fin de que "no pase nada".

La víspera, el periodista Héctor de Mauleón relató en su espacio de El Universal una serie de hechos criminales en Sonora, asociados a un convoy de 15 camionetas, cuyos ocupantes ejecutan, incendian e imponen su ley sin que autoridades de ninguno de los tres órdenes de gobierno atinen a qué hacer para preservar el orden público, la ley, pero sobre todo para proteger la integridad y aún la vida de las personas. Nadie escarmienta en cabeza ajena.

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@RobertoCienfue1