Los hechos ocurridos hace unos días en la capital de Sinaloa elevan el antagonismo entre mexicanos, lo cual es grave per se y 

 sin embargo, insistimos. Se trata de una arista cruel para un país que vive cada día bajo el flagelo de la violencia, el crimen, la crisis económica, la crudeza y el peligro del desempleo, la desprotección médico-sanitaria de millones de compatriotas y una larga hilera de males que sería interminable enumerar.
Ante la gravísima circunstancia de Culiacán el jueves pasado, se avivaron y encontraron nuevos bríos las voces críticas, de rechazo y aún repudio de una parte de los mexicanos –desconozco qué porcentaje de la población- al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Los señalamientos críticos se han multiplicado en “las benditas” redes sociales y en un intercambio de mensajes por Whatsapp que mueven a la sorna, el escarnio, la crítica, la burla y otras expresiones en contra del gobierno de la 4T.
El fallido arresto del Chapito, como se ha dado en llamar a Ovidio Guzmán López, dio nuevo combustible a quienes adversan a López Obrador y es más que probable que muchos ciudadanos que permanecían expectantes o abrigaban una cierta esperanza en la 4T se hayan incorporado a las huestes críticas del gobierno ante la evidente pifia en Culiacán.
Otros más incluso apuestan al derrumbe del gobierno de López Obrador. Creen que al igual que ocurrió con el escándalo de la Casa Blanca de Peña Nieto, el fracaso del plan para capturar a Guzmán López marcará el inicio del fin de la gestión lopezobradorista. Otros van incluso más lejos y especulan sobre la hipótesis de un eventual golpe blando o hasta de una eventual renuncia presidencial como consecuencia de la súbita aparición de una enfermedad, que imposibilitaría el ejercicio presidencial. Corren las apuestas sobre quién asumiría el mando presidencial.
Del otro lado de estas apreciaciones, temores, deseos o simples conjeturas, surgidas por trasfondos de intereses inconfesables y otras simple y llanamente regidas por apetencias y desapegos personales, están las posturas de otra parte los mexicanos que aceptan y defienden a rajatabla a López Obrador. Son ciudadanos que lo ven casi casi como el gran tlatoani, la figura más encumbrada entre los antiguos mexicanos o meshicas. Para este núcleo poblacional, López Obrador es lo más cercano a una deidad, o la deidad misma.
Ambas partes, una a favor otra en contra, reflejan con nitidez casi absoluta el cisma que registra México con el gobierno de la 4T. No hay matices y mucho menos el análisis sobrio, fundado y útil que requiere México en estos tiempos. O se está a favor o en contra. Es el juego del todo o nada. Muy lamentable y profundamente grave.
¿Cómo habrá de construirse un país en estos términos? Casi imposible, me parece. ¿Seguiremos en esto lo que resta del sexenio? ¿A quién beneficia el cisma?
Es cierto, en países con sistemas formalmente democráticos resulta inviable y hasta imposible el consenso ciudadano único. Esa fórmula o esquema pertenece a otros regímenes políticos, que se pierden la oportunidad y la riqueza de los disensos, en particular los de naturaleza constructiva, propositiva. Pero tan negativa es la voz única, inobjetable y cerrada, como aquella que divide, encona, o se erige como la razón monótona de esto es así porque lo digo yo, y todo lo demás es sobrante o residuo. Es tiempo de abandonar el “ustedes” y “nosotros” para en su lugar construir el país nuestro, de cada uno. Sólo así habrá salidas inteligentes a la aguda crisis que seguimos incubando y que puede ser peor si nos empeñamos en ello por más tiempo.
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@RobertoCienfue1