¿Si no existe riesgo alguno de una intentona militarista, para qué hablar de ella en México? Confieso que cada vez

 me sorprende más la 4 transformación. Peor aún, me colmo de ansiedad al constatar que el presidente López Obrador alude el tema. ¿Acaso quiere instalarlo en la palestra nacional? ¿Para qué? ¿Echa mano de la antigua teoría de la distracción? ¿Volveremos al debate pernicioso aunque con otro tópico, pero sobre todo inútil, de las botas de charol, el beso presidencial fuera de El Vaticano o incluso de las intenciones presidenciales de doña Martha? ¿Cómo para qué hablar de Golpe de Estado en México? Es claro que nada de lo que ocurre es fruto de la casualidad, tampoco podemos llamarnos ingenuos, una cualidad que se nombra de otra forma en la edad adulta de las personas.
El que se pretende instalar como tema nacional, un eventual golpe de Estado, es cosa mayor, claro. ¿A quién beneficia esa absurda teoría de la conspiración? Descarto absolutamente que al país nacional. Nada más indeseable que un alzamiento castrense. Sería catastrófico para México, sería la opción más detestable, repudiable y peligrosa. Esto al margen de que hubiera en los cuarteles del país quién o quiénes se atrevieran a dar un paso tan desventurado y desgraciado. Es más, descarto por principio que hubiera quién o quienes se lanzaran a semejante aventura desde los cuarteles de las fuerzas armadas nacionales (FAN), hasta ahora incondicionalmente institucionales.
Es más, debo recordar, ese tipo de versiones han corrido de vez en vez en México. Afortunadamente para el país, todo, nunca han pasado de los cuchicheos, o de los pechos de gente que da rienda suelta a sus anhelos suicidas con la solvencia mal intencionada de sus apetitos o creencias que se sustentan esencialmente en la ignorancia. A veces también esas versiones se sueltan como expresión del deseo de castigar a un mal gobierno. Mas la cosa es mucho más compleja que un simple apetito vengador.
Es cierto. Esta vez es distinto. Las versiones sobre el peligro o la acechanza militarista se registran luego de una serie de hechos que han puesto a las FAN en el ojo del huracán público como pocas veces en muchos años.
Recién en julio pasado, López Obrador declaró en una entrevista al diario La Jornada que él estaría dispuesto a desaparecer al Ejército para convertirlo en Guardia Nacional. Lo dijo. “Si por mí fuera, yo desaparecería al Ejército y lo convertiría en Guardia Nacional, declararía que México es un país pacifista que no necesita Ejército y que la defensa de la nación, en el caso de que fuese necesaria, la haríamos todos”. De ese tamaño la soltó.
Luego se han sucedido una serie de situaciones, seguramente muy poco o nada halagüeñas, para los hombres que custodian la soberanía y la seguridad nacional, entre ellas la orden de renunciar prácticamente al uso de la fuerza legítima frente a los zánganos criminales. O incluso la política presidencial de predicar “abrazos, no balazos” para contener el crimen desbordado y a gran escala que campea en el país.
Los incidentes relacionados con el huachicoleo que involucraron a militares tampoco fueron una buena marca para el orgullo y el quehacer de los militares.
A esto se añadió más recientemente la fallida operación en Culiacán, un fracaso a todas luces para quien tenga un mínimo sentido común y que se ha tratado de minimizar con argumentos políticos, pero absolutamente alejados de la eficacia y contundencia castrense en México y cualquier otro país.
Hace 27 años tuve en suerte periodística cubrir para el todavía gran Excélsior las insurrecciones militares en Venezuela. La primera, la más recordada y con efectos que se prolongan a nuestros días, encabezada por Hugo Chávez, la segunda en noviembre de 1992 a cargo del almirante Hernán Gruber Odreman. Ambas fueron un desastre y condujeron al calamitoso estado de cosas que sufre Venezuela hoy, donde las versiones conspirativas cobran auge de vez en vez para galvanizar en buena parte al poder dominante. ¿Queremos eso para México?
Hay dos cosas que aún espero del gobierno de la 4T: una conducción lo más adecuada posible del país y su relevo en 2024.
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@RobertoCienfue1